Distinta es la tesitura de sus primos griegos (Pablo, Alexia, Nicolás, Theodora y Philipos), que carecen de trono en el que un día sentarse. Como los príncipes Kardam, Kubrat, Konstantin y Kyril de Bulgaria.
A todos ellos les unen lazos de amistad con el que, desde 1986, es heredero de la Corona, quien también ha sabido mantener sus relaciones con antiguos compañeros de colegio e infancia (Juan Antonio Jiménez Izquierdo, Pelayo Primo de Rivera, Fracisco de Borja Prado Eulate, las hermanas Espinosa de los Monteros, Gemma Ruiz de Velasco...) y hacer otras nuevas entre los habituales de las regatas (desde Fernando León, ex de la infanta Cristina, a Gustavo Doreste y María Ybarra).
Al Príncipe se le ha casado una hermana, montones de primos, amigos y alguna que otra vieja pretendiente. Si fueron ciertas las palabras que pronunció en la inauguración de la embajada española en Washington (diciembre de 1994), él será el último, por detrás de Cristina, en pasar por la vicaría. Lo dijo recién apagadas las brasas de su relación con Isabel Sartorius; un mes antes de que Gigi Howard viviera un encuentro de cenicienta en una discoteca neoyorkina.
Con el tobillo lesionado (esa zona tan próxima al talón de Aquiles), el heredero navegaba a miles de millas del Tribunal que reclamó el testimonio de Gigi sobre la Biblia. El Príncipe sigue siendo su amigo, lo sabe hasta el FBI.
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