La falta de agallas en Hollywood es más notable que nunca. Las apuestas arriesgadas se han convertido en osadías imposibles a los ojos de los responsables financieros de los estudios, empeñados en mantener la fórmula previsible y atorrante de las franquicias, las que por algún motivo u otro nunca dejan de dar excelsos frutos en taquilla.
Es indudable que la industria vive instalada en una era de superhéroes como recurso fácil para atraer al público al cine, de sagas escudadas en literatura banal, de poco gusto del celuloide como arte, como forma de expresión. Por eso, es sorprendente que al final de una temporada tan anodina como la del 2013 en la meca del cine, se haya producido semejante concentración de películas con ganas de hacer ruido en los Oscar. Dicen los críticos más vetustos del lugar que será una de las carreras más apretadas que se recuerdan.
De momento, y con las candidaturas de los Globos de Oro y las del Sindicato de Actores en la mano, se adivina el protagonismo de ciertas películas.
Tres de ellas, en principio, llevan marchamo de gloria y darán una idea al espectador de qué ir a ver para alimentar el espíritu en las próximas semanas. De todas, Doce años de esclavitud ha conseguido destacar entre la manada. Además, las historias de épica, libertad e injusticia racial son siempre del gusto de la Academia de Hollywood.
Pese a tratarse de una producción con parte de capital británico, la historia es americana por los cuatro costados, con actores como Brad Pitt y Paul Giamatti en el reparto, y un tipo tan osado en su cine como en su decisión de usar el mismo nombre que el de un actor legendario, Steve McQueen.
Suyas son Hunger, Shame y, ahora, la cinta protagonizada por el principal candidato a hacerse con el Oscar al mejor actor, Chiwetel Ejiofor, encargado esta vez de meterse en la piel de Solomon Northup, un hombre libre en Nueva York y secuestrado para convertirse en esclavo en la Georgia de mitad de siglo XIX. De momento, ha pasado con éxito por la temporada de festivales (desfiló por Telluride, Toronto y Nueva York, entre otros) y ahora recoge ahora lo sembrado al calor de tanta buena crítica.
No será la única película con fuerte presencia de actores afroamericanos y temática de raza. El mayordomo, de Lee Daniels, también está en esa terna de elegidas, aunque ha sido menos aplaudida por la crítica que la cinta de McQueen. Eso sí: lleva dos pesos pesados en sus entrañas que ofrecer a la Academia: sus dos protagonistas, Forest Whitaker y Oprah Winfrey, candidatos ambos a estar entre los elegidos.
Aunque para reparto, La gran estafa americana, que cada vez huele más al fenómeno que supuso El lado bueno de las cosas el año pasado, una película de actores con cierto lado oscuro y con Jennifer Lawrence como presencia in crescendo. De la actriz no se ha parado de hablar en las últimas semanas en Hollywood por su papel de Rosalyn Rosenfeld. Puede que sea un filón para David O. Rusell, el director, y para Annapurna Pictures, con Rachel Adams, Christian Bale y Bradley Cooper como opciones para colocarse entre los finalistas.
Queda la duda de Woody Allen y de Martin Scorsese, dos genios vivos del cine, con películas notables para competir. A Allen le fue de maravilla con Blue Jasmine en su vuelta a los rodajes en Estados Unidos. Y si Cate Blanchett, su actriz protagonista, no se hace con el Oscar a mejor actriz, será sólo por un milagro, de acuerdo a las últimas quinielas.
Más complejo parece el caso de El lobo de Wall Street, uno de los últimos coletazos de Scorsese y un filme con un indudable sabor a su cine, a Casino o a Uno de los nuestros. Eso cuenta a su favor; en cambio, su excesiva duración –casi tres horas–, su fuerte carga erótica y las drogas que llenan su paisaje, van en su contra. Tampoco es probable que Scorsese tenga un gran éxito en las taquillas de EEUU.
Por la misma razón, las opciones de Leonardo DiCaprio de ser un contendiente con opciones dependerá en gran medida de esa percepción. Si la Academia aplaude los esfuerzos de Scorsese, uno de sus directores fetiche, será difícil que la actuación histriónica y desfasada del californiano de 39 años no sea igualmente considerada.
También habrá notables ausencias con tanto nombre compitiendo por un puesto y tan pocas plazas. Robert Redford, de vuelta con los papeles de entidad en All is lost, podría ser uno de ellos, incluido en los Globos de Oro pero eliminado por los SAG Awards, una categoría en principio en donde suenan Tom Hanks (Capitán Philipps) y Matthew McConaughey (Dallas Buyers Club). ¿Otros contendientes? Idris Elba y Joaquin Phoenix.
También se está hablando y muchos estos días de Bruce Dern por su papel protagonista en Nebraska, cine de autor con el sello de Alexander Payne y candidata a la Palma de Oro en el pasado Festival de Cine de Cannes.
No parece tan abierta la situación en el caso de las chicas, con la mencionada Cate Blanchett como la indiscutible favorita. Muy por detrás aparecen Sandra Bullock, por Gravity, Judi Dench por Philomena, Emma Thompson por Saving Mr. Banks y la omnipresente Meryl Streep por su papel en August: Osage County.
En cuanto a los secundarios, la Academia de Hollywood tendrá también mucho de donde escoger, con la opción de que Tom Hanks también esté entre los cinco finalistas al Oscar por su papel en Saving Mr. Banks. Sería una buena medalla para la carrera de uno de los gigantes de la meca, candidato en dos categorías individuales el mismo año. A su lado estarán, probablemente, Michael Fassbender por 12 años de esclavitud, Jared Leto (Dallas Buyers Club), Barkhad Abdi (Capitán Philipps) y John Goodman, (A propósito de Llewyn Davis).
Está siendo el de este año un interminable baile de nombres, de talento que brilla entre la maleza del cortoplacismo hollywoodiense: una cosecha sorprendentemente fértil.