Toda la atención se ha concentrado hasta ahora en I don't give a..., el tema con el que Madonna se desquita de Guy Ritchie tras su calvario matrimonial: «Me importa una mierda...». Y se ha hablado también mucho de Gang bang, la canción más impetuosa de su nuevo álbum, donde la material girl promete volver a disparar en la cabeza a su amante si algún día coinciden en el infierno. Pero en MDNA, que así se llama el disco que saldrá a la venta el próximo día 26, hay también sitio para la celebración del amor y de la vida. A sus 53 años, Madonna admite que tiene que soltar las riendas y dejarse llevar (Falling free), se confiesa como una yonqui emocional (I'm addicted) y advierte que sigue siendo, ante todo, una pecadora (I'm a sinner). Tal vez por eso, después de los latigazos vengativos de electro house (con la ayuda del DJ italiano Marco Benny Benassi y del francés Martin Solveig), Madonna vuelve a confiar en la mano amiga del productor británico William Orbit, a
Todo acto de bondad es una demostración de poderío.-