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La secta de las marujas de dios

Salió hace ya días de casa. No ha regresado. Su intención era comprar lo que fuera, pero comprar. Nos debía los Reyes de este año, y del anterior. Disculpados por el temporal de lluvia, viento y pocapela. Aún no han llegado.

Una carta desesperada a Lobatón con una foto de su boda, careto reciente del deneí y otra con delantal y rulos para distinguirla. Datos complementarios: pelo teñido rubioceniza; 1,50 en zapatillas, pero ese día se puso los tacones; ojos, así, como todos, normalitos; edad, una vez celebró los cuarentaitantos, cuando Vicentito se rompió la pierna, hace ya años, y aún se resiente, también ella; de profesión dice ser una esclava, pero es toda una experta en el manejo del estropajo y un fenómeno social en la carga y descarga de material pal papeo; peso, pues así, como de esta anchura con la bata de guata, la faja ésa enteriza de cuello cisne la aplasta un poco, pero apenas se nota.

Que lo mismo nos la han raptado o está en la secta ésa de las marujas de Dios. Que no nos manejamos. Que la Vanesa dice que no va al cole si no es con la barbidoctora. Que nos la encuentre. Que esto es un sinvivir, y un sincomer, y un sinfregar. Que ya nos ha visitado dos veces la asistente social y nos da 20 días para ubicarnos o, si no, nos sacrifica lentamente bajo la gotera del cuarto de baño.

Y pasó el tiempo. Y fue el concejal Guti, un mes después, el autor del hallazgo. Que un día, paseando ante unos grandes almacenes, vio asomar de un charco seco a la rubiaceniza, y que este elemento del mobiliario urbano no le sonaba. Y que llamó a la uvimóvil municipal. Y sacaron de entre el barrizal a la perdida, agarrotada, pisoteada, aferrada a una blusa de 999. Y la desencajaron, y le sacaron de entre los dientes una oreja con aro de plata de la bruja que le intentó arrancar la prenda. A casa. Y ella que no quiere, que pasa, que a la porra. Y el Guti, complaciente, que bueno, que la dejen, que no estorba. Una placa de bronce le cuelga ahora de la media izquierda. Inscripción: «Enero del 96. El Ayto. a las desaparecidas en rebajas».

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