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La Barbie es más artificial que la leche en polvo

Esa cosa abominable, repipi, con pinta de señorita Rotemmeyer venida a calientapollas, currutaca y lechuguina, más artificial que la leche en polvo, pavitonta y tonta del culo, tonta del higo, tonta del bote, tonta de todo, esa cosa, digo, es la llamada muñeca Barbie, una especie de cruce entre lady Di y Gunilla von Bismarck que está haciendo furor entre la población femenina más joven. Así nos va. Las niñas de ahora, lo primero que aprenden a pronunciar, después de papá y mamá -y

 a veces ni siquiera- es el nombre de la Barbie. Lo que priva de la muñeca Barbie es su versatilidad, esa permanente disposición a tranformarse en enfermera sexy, en starlette, en deportista, en princesa, en chica pija o simplemente en novia de un muñeco llamado Ken, tan tontolaba y petimetre como ella y que para mí se da un aire al muñeco maricón que inventaron los ingleses el año pasado. Exagero. 

Al menos el muñeco maricón tenía el aliciente añadido del morbo, de su homologada diferenciación, pero Ken lo único que hace es estar de poste junto a la Barbie, flanquear su enfermizo exhibicionismo, contemplar su vocación de ninfómana reprimida, de rubia oxigenada y narcisista, de señorita bien, o sea, de panoli. Las niñas cogen a la Barbie y juegan a cambiarle de bragas, a ponerle tacones, a peinarla con un moño de ensaimada y a comprarle vestidos de lentejuelas creados por los diseñadores más célebres. Juegan tambien a mirarse en ella y a imitarla, es decir, a soñar que un día la sustituirán en la vida con sus mismos gestos y pretensiones.

Nos hemos pasado muchos años teorizando sobre la educación de las niñas y renegando de sus juegos infantiles, porque a nuestro juicio eran un mal alimento para su futura personalidad. Quitarles de la circulación los bebés de caucho era distraerlas, siquiera momentáneamente, de un instinto maternal que parecía inventado por los fabricantes de juguetes. Pero mientras criticábamos a los muñecos que hacían pis y caca llegó casi de incógnito la Barbie, una muñeca crecida sin más incontinencia que la de su tontería ancestral. La Barbie es el nuevo prototipo de mujer. Entre los discursos feministas y la filosofía comprendida en el cuerpo fosforescente de la Barbie, no hay color. Ella cala más hondo.

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