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El grito de Daniella Cicarrelli en su boda

Hallábame yo en Cheska haciéndome las ingles brasileñas cuando, en una revista, leo «En mi próxima vida seré una mamarracha y una guarra». Lo decía una chica de muy buena familia llamada Gwen Stefani, protagonista de El Aviador. A mí, la poesía de sus palabras, esa metáfora kármika, me llegó muy hondo. Mucho.

Me hizo pensar en la futilidad de la vida, en la reencarnación, en Ana Súper Obregón promocionando Marina D'Or, en las extensiones de Raquel Mosquera, en el brillo nacarado de Jeanette Rodríguez...Me quedé como ida, menos mal que, gracias a que se me quedaron los ovarios pegados a la cera por un descuido de una becaria esteticienne, pude volver al presente de forma traumática.

Y es que lo mío es mucho. No sabéis bien lo que me ha aportado a mí la EGB, como a Belén Esteban. No os hacéis idea, nenas, de lo bueno que es tener educación y un título. Mirad, por ejemplo, a Sofía Pelagatos. Si no hubiera sido por el título de Miss España que la arrojó a un mundo de frivolidades y despiporre, ahora ¿dónde estaría? Pues de creadora del lenguaje en la Academia de la Lengua con Víctor García de la Concha -¿no le han dicho a este señor lo que significa su apellido en el cono Sur?- y no que ahora se ve en la indigencia por una promesa. Hay que ser inocente. Si todas nos creyéramos lo que nos prometen, imagínate cómo deberían estar la docena de novias que ha tenido en estos años Julio José Iglesias jr. En tratamiento psiquiátrico. Y Concha Velasco ¿qué? Ésa, a estas alturas, se hace caca en todas y cada una de las promesas de Paco Marsó. Yo, por lo menos, lo haría.Pero no le reprocho que no lo haga. 

No todas sois tan leídas como servidora. A mí jamás se me ocurriría pegar un grito a una íntima en mi propia boda porque esté mirando con ojillos de gacela a mi esposo y echarla del convite. Daniella Cicarrelli lo ha hecho. A una tal Caroline Bittencourt. Sí. En el Palacio de Chantilly, que hay que ser hortera, nueva rica, y de barrio marginal. Con lo bonito que le habría quedado en los salones Lord Winston en Bravo Murrillo, con la mismita decoración y, encima, en Madrid.Pues el caso es que la echó. Así. Yo no lo habría hecho nunca.Nunca. Yo, antes de que se hubiera enterado nadie, engancho el robot de cocina y hago croquetas de Bittencourt que lo flipas.O llamo al novio karateka de Tita Cervera y el día de antes le pido que le haga un nudo con las tetas.

Por cierto, ¿qué habrá puesto la Mosquera en su ágape? A mí me enrolla que es una barbaridad el piscolabis de fritos: empanadillas, calamares a la romana, tortilla de patatas Ella es de ese rollo, lo sé.

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