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El famoso caso Naseiro

Aznar habló ayer, por fin, y sus muy esperadas opiniones sobre el caso Naseiro, vía crucis del PP en su particular Semana de Pasión, han mostrado, dé entrada, una diferencia sustancial, un contraste espectacular, con el calvario que el PSOE vive con el caso Guerra. Aznar ha puesto la contabilidad del PP a disposición del Congreso y de los jueces y ha solicitado una comisión parlamentaria de investigación para aclarar el entuerto.

Esta iniciativa es, por lo pronto, una lección de democracia para el PSOE, que se opuso a que el Parlamento investigara a Juan Guerra, y pone a los socialistas entre la espada y la pared. Si los socialistas se manifiestan contrarios a la petición de Aznar, desaprovecharán la oportunidad de esclarecer la dimensión política de un «affaire» que pudiera trascender a los tribunales de justicia, de menguar imagen al principal partido de la oposición y de contrarrestar su propio deterioro por el caso Guerra.

Si apoyan la creación de la comisión; quedará en evidencia su doble rasero al no haber permitido que se investigara parlamentariamente a Juan Guerra. De momento, Aznar se ha desenvuelto con habilidad en estas delicadas horas que vive el PP. Aznar, sin duda, ha esperado al desenlace del interrogatorio de Naseiro por el juez Manglano. Si Naseiro no hubiera quedado en libertad provisional sin fianza, Aznar habría estado obligado a suspenderle cautelarmente de militancia y cargo, medida que el PP tendrá que adoptar si se produce, como parece, entre líneas, probable, el procesamiento de Naseiro.

Pero, mientras se mantenga el secreto sumarial y no se produzcan novedades, todo es provisional. El PP ha dirigido sus críticas a la actuación del juez Luis Manglano, que, por un lado, no ha hecho sino utilizar las posibilidades que le otorga la ley, aunque, por otro, ha tenido un comportamiento personalista y protagonístico, jugando con la opinión pública al ratón y al gato al mantener la penumbra sobre los aspectos sustanciales de su actuación al tiempo que daba pistas inconcretas sobre sus objetivos.

El juez Manglano, a corto plazo, no será, sin embargo, el principal quebradero de cabeza del PP. Ni tampoco el acalorado fiscal valenciano que tanto se ha ofendido por las comparaciones entre los casos Guerra y Naseiro. Lo criticable de su proceder entra en el terreno de las formas. El fondo del asunto es lo que, eventualmente, debe preocupar a Aznar. Si se llegara a probar algún delito en las actividades del tesorero del PP, sería inexorable determinar de quién son las responsabilidades políticas en la actuación de este hombre de Fraga que ha sido confirmado en su puesto por Aznar.

El líder del PP aludió ayer a una reflexión sobre la Ley de Enjuiciamiento Criminal, cuyo artículo 527 ha permitido la incomunicación de Rosendo Naseiro. Reflexione, sí, el PP -y el resto de los partidossobre un texto legal que aprobó con entusiasmo y que no es bueno si se aplica a presuntos terroristas y malo si se aplica a respetables dirigentes de partidos, sino bueno o malo tanto en un caso como en otro. Y está claro que es malo en general, en la medida en que lesiona los derechos civiles de todo ciudadano.

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