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Historias de muerte y pasion

¿Una Semana Santa sin Ben-Hur, sin La túnica sagrada, sin Quo Vadis? Imposible. Por mucho que la práctica religiosa baje enteros año tras año, las expresiones públicas de la fe siguen contando con su público fiel. «Por cuestiones religiosas, por amor a las tradiciones o por curiosidad, los actos de la Semana Grande siguen reuniendo a miles de personas cada año», confirman fuentes del Arzobispado madrileño. «Además de los cultos, hay actos especialmente populares, como las procesiones y las representaciones vivientes de la Pasión de Cristo», añaden. 

«Estas celebraciones en los municipios de la región sirven para mostrar el pueblo, la historia, la cultura, los monumentos y la gastronomía que también despiertan interés y atraen visitantes», explican fuentes de la Comunidad, que proponen una peregrinación turística por algunos de los enclaves más destacados y singulares: 
CHINCHÓN. En torno a 200 vecinos pondrán en escena la 50ª edición de la Pasión, escenificada a ritmo de Via Crucis. La cita es el sábado. «No hay horario. Se inicia al caer el sol», confirman desde el municipio, donde insisten en que se trata de la «representación más antigua de la Comunidad y está declarada de Interés Turístico Nacional». Prueba de ello son las miles de personas que acuden cada año para disfrutarla. 

MORATA DE TAJUÑA. Como la anterior, la Pasión de Morata también está declarada de Interés Turístico. Veintiseis años de historia y más de 500 personajes en las calles son su tarjeta de presentación. «Es la única que cuenta con la Bendición Apostólica de Juan Pablo II», presumen en el lugar. Acomodándose un poco más a los tiempos litúrgicos, la escenificación se celebra el Jueves Santo, a las 20.30 horas. 

ALCALÁ DE HENARES. La combinación perfecta entre lo profano y lo sagrado se da, a juicio de muchos visitantes, en Alcalá de Henares: «Los rincones de una ciudad Patrimonio de la Humanidad, una rica gastronomía y una imaginería única». Desde el Domingo de Ramos y hasta el de Resurrección, las calles de la ciudad retroceden 21 siglos para dar cobijo a una historia contada en imágenes de alto valor histórico y artístico. 

MÓSTOLES. Destaca la procesión Del Encuentro, en la que se escenifica el abrazo de la Virgen con su hijo resucitado. La talla original del Cristo Glorioso fue destruida en tiempos de la Guerra Civil, siendo sustituida en la actualidad por una donada en el año 1943. Desde primeras horas de la mañana, tres arcos de romero en flor adornados con frutas de la temporada custodian los lugares por los que transitarán los pasos procesionales a partir de las 10 horas. Bajo uno de los arcos, la imagen de María perderá su vestido negro de luto, dejando ver en su lugar un manto blanco, el color de la Resurrección, con el que continuará desfilando por las calles del pueblo. 
VALDILECHA. No sólo en los pueblos más conocidos de la Comunidad se organizan representaciones de la Pasión. En el «magnífico entorno paisajístico» que rodea Valdilecha, en versión de los organizadores del evento, se monta una espectacular puesta en escena en 12 enclaves al aire libre y con 150 vecinos de la localidad como protagonistas del drama. Todo, el Jueves Santo a partir de las 21 horas. 

ROBLEDO DE CHAVELA. Dos procesiones preñadas de religiosidad popular y costumbrismo: la de la Virgen de los Dolores (viernes) y el Día de Judas (domingo). En la primera, son las mujeres y los jóvenes las que entonan los cantos a cada toque de campana. Se recogen piedras que se tiran luego a los tejados invocando la buena suerte. El Día de Judas, los quintos del lugar hacen un muñeco disfrazado de algún personaje popular que se cuelga en lo alto de un pino. En la madrugada, los quintos rondan a sus madres y novias durante toda la noche hasta el momento de celebrar la Resurrección.CHAPINERÍA. Las 14 estaciones del camino de la cruz, o Via Crucis, se representan en otros tantos lugares del pueblo. «Es uno de los dos que aún se conservan y el más largo de ellos», aseguran los organizadores. 

EL MOLAR. Se retoma este año la tradición de la Pasión, que se venía realizando desde el siglo XVIII. Destaca la cruz, de cuatro metros de altura por casi 2,5 metros de ancho y 80 kilos de peso. El vestuario corre a cargo de los vecinos. 

CANENCIA. Cuentan las crónicas del lugar que hace más de 500 años surge en la población la costumbre de que los hombres acompañen a la cruz en procesión, mientras las mujeres hacen lo propio con la imagen de la Virgen. En una ceremonia sobria, el silencio es interrumpido sólo por las voces de las féminas que cantan El entierro y Los dolores de la Virgen, melodías que han pasado de generación en generación por tradición oral. A la vuelta, son los hombres los que entonan la canción Del arado, un canto que relaciona el arado con la Pasión de Cristo. La cita es el Viernes Santo, a las 23 horas.

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