Si en la antigua terminal del aeropuerto un enorme mosaico de Joan Miró daba la bienvenida a los viajeros, en la futura estación del AVE en la Sagrera podría colocarse el mosaico romano hallado durante las obras, hoy en fase de restauración. En verano, en la zona del Pont del Treball Digne, afloraron los restos de una villa termal que pertenecía a una familia romana adinerada. En una superficie de más de mil metros cuadrados apareció un mosaico opus tessellatum y algunas pinturas murales.
La polémica que se desató por el debate de si había que preservar los restos in situ quedó en nada al descubrir que «su interés monumental era cero: es imposible explicar la villa si no se construye una nueva, y eso puede hacerse en cualquier sitio, no era necesario trasladar un proyecto tan grande y estratégico como la estación del AVE», considera Josep Pujades, técnico del Servei d'Arqueologia de Barcelona. Las distintas administraciones acordaron restaurar el magno mosaico (y, además, una réplica con las partes desaparecidas) para exhibirlo públicamente en algún lugar de la Sagrera aún por decidir: la futura estación del AVE podría ser un enclave adecuado si logra dar cabida a los 50 metros cuadrados del mosaico completo (es la pieza de más valor).
En el conjunto de la villa se halló un espacio termal con una piscina de agua fría y el hipocausto de otra de agua caliente (caldarium), además de placas de mármol y cerámicas de la época del Alto Imperio (siglos I a III d.C.), aunque algunas edificaciones encontradas habrían seguido en uso hasta el siglo IV, como mínimo.
«Aún pueden salir más localizaciones. Creíamos que lo sabíamos todo de los romanos, pero resulta que aún hay cuestiones por descubrir», augura Pujades con la sonrisa del arqueólogo ávido por hallar más Historia, más restos y documentos que ayuden a reconstruir la vida cotidiana del pasado.
La de la Sagrera no es la única villa romana en los alrededores de la Barcino enmurallada. «Creemos que pueden haber varias desde el Llobregat al Besòs, pero su distribución es un interrogante. De la de Sagrera no teníamos ninguna noticia previa: apareció. Pero antes de construir Barcino ya había romanos en el Pla de Barcelona: zonas de campamento, carpinteros, etc.», explica el arqueólogo. El entorno de la Sagrera puede ser una auténtica mina arqueológica, porque desde que se construyeron las vías del tren a principios del siglo XX, apenas se han hecho excavaciones en sus alrededores.
En la Barcelona romana del Alto Imperio los cementerios se distribuían a los márgenes de las vías de entrada y salida de la ciudad, por expresa prohibición de enterrar a los muertos dentro. A lo largo de la antigua vía romana que pasaba por la calle Hospital han aparecido varios restos humanos, así como en la calle Ample, por la que discurría otra necrópolis.
«Aún nos falta por econtrar el puerto de Barcino. Pero algún día saldrá... ¡Y los poblados ibéricos, también los encontraremos!», vaticina el arqueólogo.
La polémica que se desató por el debate de si había que preservar los restos in situ quedó en nada al descubrir que «su interés monumental era cero: es imposible explicar la villa si no se construye una nueva, y eso puede hacerse en cualquier sitio, no era necesario trasladar un proyecto tan grande y estratégico como la estación del AVE», considera Josep Pujades, técnico del Servei d'Arqueologia de Barcelona. Las distintas administraciones acordaron restaurar el magno mosaico (y, además, una réplica con las partes desaparecidas) para exhibirlo públicamente en algún lugar de la Sagrera aún por decidir: la futura estación del AVE podría ser un enclave adecuado si logra dar cabida a los 50 metros cuadrados del mosaico completo (es la pieza de más valor).
En el conjunto de la villa se halló un espacio termal con una piscina de agua fría y el hipocausto de otra de agua caliente (caldarium), además de placas de mármol y cerámicas de la época del Alto Imperio (siglos I a III d.C.), aunque algunas edificaciones encontradas habrían seguido en uso hasta el siglo IV, como mínimo.
«Aún pueden salir más localizaciones. Creíamos que lo sabíamos todo de los romanos, pero resulta que aún hay cuestiones por descubrir», augura Pujades con la sonrisa del arqueólogo ávido por hallar más Historia, más restos y documentos que ayuden a reconstruir la vida cotidiana del pasado.
La de la Sagrera no es la única villa romana en los alrededores de la Barcino enmurallada. «Creemos que pueden haber varias desde el Llobregat al Besòs, pero su distribución es un interrogante. De la de Sagrera no teníamos ninguna noticia previa: apareció. Pero antes de construir Barcino ya había romanos en el Pla de Barcelona: zonas de campamento, carpinteros, etc.», explica el arqueólogo. El entorno de la Sagrera puede ser una auténtica mina arqueológica, porque desde que se construyeron las vías del tren a principios del siglo XX, apenas se han hecho excavaciones en sus alrededores.
En la Barcelona romana del Alto Imperio los cementerios se distribuían a los márgenes de las vías de entrada y salida de la ciudad, por expresa prohibición de enterrar a los muertos dentro. A lo largo de la antigua vía romana que pasaba por la calle Hospital han aparecido varios restos humanos, así como en la calle Ample, por la que discurría otra necrópolis.
«Aún nos falta por econtrar el puerto de Barcino. Pero algún día saldrá... ¡Y los poblados ibéricos, también los encontraremos!», vaticina el arqueólogo.
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