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Natalia Verbeke mala de acostarse

Verde. Sí. Otra vez. Verde. Pero no un verde que favorezca. No. Pa' qué. Les hablo de ese verde menta subido que es para morirse. Visualícenlo ¿Ya? Pues ése. Metros y metros de moqueta tiñendo la entrada a los Goya, los premios del cine español. ¿O de los premios del whisky? Yo, darlings, digo lo que vi. Y lo que vi fue una marca de alcohol repetida hasta en los baños. 

Cosas de la publi, digo yo. Ahora bien, ¿es que nadie se ha dado cuenta de que esa alfombra refleja en la piel? Luego decimos que si los actores españoles salen zarrapastrosos perdidos... Y no hay derecho porque, anoche, el nivel couturier fue high class. Ahora bien, lloviendo como estuvo, todos los bajos de los vestidos largos hechos una sopa y ese fieltro, destiñendo.

La pobre Natalia Verbeke, con un Dolce&Gabbana en burdeos con abullonado inferior, estaba mala de acostarse por su falda calada. Y Miguel Abellán, al que le debía tirar de los abuelos su coletilla a lo Piratita del Caribe, ni se daba cuenta de su percance. ¡Hombres...! Haciendo un inciso: la novia de Juan José Ballesta, en mangas de camisa by the way, que es peluquerita y llevaba melena en cascada, le podría haber hecho un recogido como el suyo, digo yo. O como el de Elsa Pataky, espectacular con un Versace color maquillaje con cola interminable. 

La musa de Garci, el Ausente, (Alfredo Landa no dijo ni esta boca es mía sobre su affaire) contó que va a rodar en EEUU a las órdenes de Vincent Gallo, líder del cine indie. Pues, que ¡viva! la independencia y los moños con trenza y extensión fosca. Un logro de la peluquería que, en el caso de Massiel, seguimos con los cardados, era de juzgado de guardia.

De denuncia era también el dos piezas de Assier Etxandía firmado por David Delfín, que debe de ser un amor de chiquito pero, tela cuando se le va la pinza. Con Assier, se le fue. Con Blanca Portillo, menos. Y para pinzas perdidas, Óscar Jaenada, que se debe sentir en la piel de un Jim Morrison caló, con gafas de lágrima, chipachús, y camafeos a juego. ¿A juego? ¿Con qué? Supongamos que con el vestido de Silvia Marsó, que era incombinable con cualquier cosa. Menos mal que ahí estaba Goya Toledo para resarcirnos a las pobrecitas mortales con la Humanidad. Su Eli Saab greige con godet y lentejuegas era para quedarte muerta. Se lo tuve que decir: «Me has dejado muerta, Grego». Así.

Detrás de ella en la alfombra (agggg) iba, a falta de Pe, Mo. Con un Cavalli negro ¡con problemas en la cremallera! ¡Como su hermanísima en los Oscar! ¿Simple coincidencia? Seguro pero, cómo mola malmeter. Y malmetí. Con Javier Bardem. Se prometía en el photocall. Pero, qué va. ¿Entraría por puerta falsa? Como ahora es oscarizable y Belén Rueda, en Carolina Herrera rojo apagado, estaba allí, prefiriría hacer el moñas siendo discreto... Ya ves tú. En cambio, Maribel Verdú, con un vestido-joya en antracita de Alberta Ferreti, decidió ser clara. Que ni se esperaba premio ni Cristo que lo fundó, dijo. Pues lo tuvo, y, encima, ahora rodará con Coppola y todo se la chufla. 

Lo del «chufla» lo apunto yo. Pero es mi verdad. Como la de Leticia Sabater, que se promete en el filme de Almodóvar. Como que para Gracia Querejeta el vestido largo y el cocktail son algo confuso. Que a Pepón Nieto el chaqué le estaba corto. Que Drexler, sin Watling, es como un jardín sin flores. Que Pepe Viyuela, al lado de Silvia Abascal, regia en gris Cavalli, era como un indigente. Que Yola Berrocal es como Godzilla, inesperada. O que a Najwa Nimri las hombreras de su Dior le quedaban divinas.

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