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Bodas por entregas

Nos tienen en vilo, vivimos en ascuas, la tensión nos mata...Estos clichés tan, tan clichés, son para recalcar con insistencia el suspenso en el que vivimos últimamente con eso de las grandes historias por entregas. Primero fueron los tres artículos consagrados a Cayetana, duquesa de Alba, magistralmente escritos por Raúl del Pozo. Le siguieron tres capítulos del libro de Ana Romero sobre Carmen Díez de Rivera (Planeta) y, finalmente, otros tres de las memorias de Leandro Ruíz Moragas (La Esfera de los Libros).

Uno se encontraba corriendo al quiosco por la mañana para buscar, con dedos impacientes, la página deseada, que siempre sabía a poco.

A mí, esto de las entregas, me ha fastidiado siempre y es por eso que no pueda seguir ningún culebrón, incluidos los estadounidenses, que suelen ser bastante mejores que los venezolanos. El único que logró engancharme fue uno australiano donde la mala, interpretada por una actriz de nombre imposible, Peta Topano, le mete a la buena un cocodrilo en la piscina.

No tengo la paciencia de esas amas de casa que se sientan delante de la televisión después del almuerzo, para quedarse, al cabo de una hora, con la incógnita de lo que va a pasar al día siguiente.Me ocurría lo mismo de pequeño con las revistas dedicadas a personajes de Walt Disney: te dejaban en la mejor parte y tenías que esperar hasta el número siguiente para saber que le había pasado a Mickey o al Tío Gilito. Queda claro que odio, abomino y execro la palabra continuará.

Y ahora, para colmo, nos llegan las bodas por entregas y el suspenso continúa. La revista ¡Hola! nos anuncia, puntualmente, todas las semanas cuál va a ser el próximo casamiento del año.Primero, tuvimos el de la guapísima ex modelo Nieves Alvarez con el fotógrafo Marco Severini en Bali, donde quedó de manifiesto lo mal que suele vestirse la gente del mundo de la moda. Con la excepción de la novia, que iba resplandeciente con un vestido de gasa de Ungaro, o de Nati Abascal, todos los invitados parecían ir disfrazados.

Luego vino la de la princesa Marta Luisa de Noruega con Ari Behn. En esa boda, el shock no fue la vestimenta, sino lo avejentadas que parecen las mujeres de algunos príncipes herederos. Bajo su peinado a lo Shirley Temple, la cara de Máxima de los Países Bajos parece cansada y Mette Marit de Noruega, una trasnochada heroína de Raymond Chandler.

La semana que viene nos deparará el enlace de la antigua supermodelo Claudia Schiffer con el productor Mathew Vaughn, en rigurosa exclusiva (sic) que, aunque ha tenido lugar hace días, ha sido enlatada para que la noruega saliese antes y para matarnos a todos de suspenso.

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