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La fiesta se terminó

La undécima edición de Juvenalia, que hoy concluye, ha alcanzado los objetivos previstos: medio millón de personas, aproximadamente, han visitado los 28.000 metros cuadrados dedicados a la juventud en el recinto ferial de la Casa de Campo.

Se han cumplido así las estimaciones sobre asistencia de público hechas por la Comunidad de Madrid antes del comienzo de la feria. Imposible calcular el número de niños que han asistido. Miles y miles de ellos han revoloteado asombrados durantes estos días por los distintos pabellones.

Y han lamentado que la fiesta acabe tan pronto. La jornada inaugural del 20 de diciembre, por aquello de la expectación ante lo nuevo, es la que contó con mayor afluencia de visitantes, sobre todo de pequeños. Los colegios, que celebraban así el comienzo de las vacaciones navideñas, fueron los principales asistentes en este primer día de de la feria. En los nueve días siguientes, los visitantes han sido, en su mayoría, familias.

Ni la ausencia de un transporte público que permita acceder con facilidad y rapidez al recinto ferial, ni las inclemencias climatológicas, evitan «la invasión de las hordas infantiles». Padres, madres o incluso algún que otro abuelete, deciden sobrellevar como pueden, las vacaciones escolares y «abandonarlos» en el gran recreo de IFEMA. El certamen ha supuesto un desembolso de 450 millones de pesetas. Una parte del presupuesto, unos 50 millones, ha sido financiado por la Comunidad de Madrid. Juvenalia, que este año se ha desarrollado entre el 20 y el 30 de diciembre, ha sufrido un traslado de fechas respecto a otros años, aproximándola así, a las vacaciones escolares. La posibilidad de una ampliación del calendario para próximas ediciones es, como afirma un portavoz de la organización, impensable, «debido al elevado presupuesto diario. Necesitamos para la puesta en funcionamiento 45 millones de pesetas al día».

En cualquier certamen hay siempre horas bajas, y aunque la primera impresión es que en Juvenalia no se cumple ésto, de 1 a 4 de la tarde, se observa un descenso en la asistencia de público. Los niños están en los aledaños del recinto, bocadillo en ristre. Es la hora de comer. Este año se ha reducido la participación de las empresas privadas. Ha sido menor que en anteriores ediciones. Como afirmó el Presidente de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina, el día de la inauguración, «esto no es una feria comercial y, como es evidente, las empresas privadas o semipúblicas, no han venido aquí a vender». Pero son los estands de algunos expositores privados, como «Banesto con aventura 92», los que ofrecen mayor atractivo para los niños y adultos. A más de uno le hubiera gustado colarse entre los chavales para convertirse por unos minutos en Tarzán y, con el taparrabos incorporado, agarrar una liana y recorrer una selva amazónica de unos 75 metros cuadrados.

«¡Pero si este tío está salido!». Esta exclamación no se ha escapado de la boca de una víctima de la prepotencia masculina, ni es la respuesta a uno de los típicos-tópicos piropos españoles. Es la expresión verbal de la sorpresa y fascinación que produce mirar una holografía y ver que en la superficie plana no hay nada. Sin embargo, sobre ella crece, tridimensionalmente, una cabeza humana, con todos y cada uno de sus relieves. Las holografías forman parte de la muestra de cultura y folclore que la Unión Soviética, como país invitado en esta edición, ha cedido para su exposición en el pabellón 12 del Recinto Ferial. Si la perestroika ha supuesto una revolución para los países del Este, las holografías han revolucionado a los pequeños visitantes de Juvenalia.

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