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Una catástrofe en cadena

El sida, los virus electrónicos, el terrorismo... La virulencia se produce cuando un cuerpo, un sistema, una red, expulsa todos sus elementos negativos y se resuelve en una combinación de elementos simples. Loviral se halla, en este sentido, estrechamente vinculado a lo fractal y a lo digital.

Es porque los ordenadores, las máquinas electrónicas, se han convertido en abstracciones, máquinas virtuales, en no cuerpos que los virus desencadenan (son muchos más vulnerables). Es porque el cuerpo mismo se ha convertido en no cuerpo, en una máquina electrónica y virtual, de la que los virus se apoderan. La medicina clásica nada puede ya contra la actual patología del cuerpo, que le afecta no como forma, sino como fórmula.

El cuerpo del cáncer es el cuerpo víctima de una perturbación de su fórmula génetica. El cuerpo portador de SIDA es el cuerpo dañado, afectado en sus redes inmunitarias, en sus redes de control y de anticuerpos.

Estas nuevas patologías son las enfemedades de un cuerpo codificado y modelizado, son enfermedades del código y del modelo. El ser humano concebido como máquina electrónica y cibernética se convierte en terreno abonado para los virus y enfermedades virales, al igual que los ordenadores se convierten en terreno abonado para los virus electrónicos. Tampoco ahí existe prevención ni terapia eficaz, las metástasis invaden «virtualmente» toda la red, los lenguajes maquinales desprovistos de simbolismo no oponen más resistencia a los virus que los cuerpos desprovistos de simbolismo.

La avería, el accidente mecánico tradicional se solucionaba con la muy antigua medicina de la reparación; los fallos repentinos, las anomalías súbitas, las «traiciones» por sorpresa de los anticuerpos (incluso al margen de toda piratería deliberada) no tienen remedio.

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