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Un avión solar aparcado en Madrid

Tiene la misma envergadura que un Airbus 340, unos 64 metros de distancia de alas, es decir, más que una piscina olímpica. Y a pesar de eso, pesa sólo 1.600 kilos, poco más que un automóvil. El Solar Impulse es, sin duda, un avión singular. Con una velocidad punta de 70 kilómetros hora, la potencia de una motocicleta y capacidad de transporte para un sólo pasajero, no tiene nada que hacer contra aviones comerciales, salvo en una cuestión, su economía energética.

El aeroplano no gasta ni una gota de combustible, porque es el primero del mundo que se alimenta enteramente con energía solar. Los 200 metros cuadrados de paneles fotovoltaicos que tachonan sus alas y las cuatro baterías de litio que carga le proporcionan energía suficiente para volar 24 horas de forma ininterrumpida.

Este futurista prototipo despegó ayer desde Suiza en su primer vuelo de largo recorrido. Lo hizo rumbo a Madrid, donde aterrizó poco antes de la una y media de la madrugada. El Solar Impulse ya ha realizado vuelos experimentales antes, el más largo de los cuales, en verano de 2010, duró 26 horas. Ahora se propone demostrar que es capaz de dar la vuelta al mundo. Y antes de lanzarse en 2014 a esa odisea, realiza una prueba de fuego crucial con una travesía desde Europa hasta África, que incluye una obligada parada técnica en Madrid, según explican los responsables de la iniciativa.

El proyecto Solar Impulse es fruto del empeño personal del ingeniero suizo Bertrand Piccard (Lausana, 1958), a quien el espíritu aventurero le viene de lejos. Su abuelo, Auguste, fue el primero en ascender en globo a la estratosfera y su padre, Jacques, el primero en llegar al punto más profundo del océano, la Fosa de las Marianas. El propio Bertrand Piccard ya ostentaba otro récord, pues en 1999 logró dar la vuelta al mundo en solitario en globo aerostático. Fue justo después de terminar esa hazaña cuando le surgió la idea del Solar Impulse.

Su mayor obsesión durante la vuelta en globo fue quedarse sin combustible. Por eso, empezó a plantearse si sería posible diseñar un vehículo enteramente propulsado por energías renovables y que, por tanto, fuera autosuficiente y no dependiera de energías fósiles.

«Si podemos demostrar que un avión puede volar sólo con el sol, que nadie diga que no se puede usar la energía para los coches, la calefacción y aparatos cotidianos», dice Piccard, que es un apasionado defensor de las renovables. El proyecto tomó forma en 2001, con la puesta en marcha de Solar Impulse, un proyecto aeronáutico que funciona como una fundación y que ya ha movilizado 70 millones de euros de diversos patrocinadores para la puesta en marcha de un avión solar futurista.

Medio centenar de ingenieros, informáticos y meteorólogos han trabajado en el lanzamiento del prototipo. Entre ellos está Enrique Guinaldo, un joven aeronáutico español que ha estado tres años participando en el diseño y construcción de la parte estructural del avión. Para él, Piccard es «un idealista y un visionario», que une grandes dosis de inteligencia, voluntad y pasión para llevar a cabo proyectos que parecen imposibles.

La mano derecha de Piccard es el veterano piloto André Borschberg, que se alterna con él al mando de la aeronave. De hecho, es él quien despegó ayer en el Solar Impulse. Lo hizo desde Payerne, en el suroeste de Suiza, a las 08.20 hora local (07.20 hora española) informa Efe. El despegue se llevó a cabo con dos horas de retraso respecto a la hora prevista debido a la niebla.

Tras su llegada a Madrid la pasada madrugada, la aeronave permanecerá en tierra tres días para ser sometida a diversas revisiones técnicas, al menos hasta el próximo lunes. Una vez en Madrid, será Piccard quien tome los mandos para realizar el vuelo hacia Marruecos.

Su destino es la región sureña de Ouarzazate, donde va a empezar la construcción de la mayor planta termosolar del mundo, con una capacidad de 160 megavatios. El equipo de Solar Impulse ha sido invitado por la Agencia de la Energía Solar de Marruecos a participar en la ceremonia de inauguración de la primera de una serie de plantas solares que, en 2020, podrían llegar a tener 2.000 megavatios de potencia, equivalente a dos centrales atómicas.

Impulsado por 1.200 paneles fotovoltaicos de alta eficiencia, la Solar Impulse inició ayer el viaje hacia allá vía Madrid. El vuelo no es fácil, explican los responsables. La velocidad de crucero es de 50 kilómetros ya que, debido a su tamaño y ligereza, el avión es muy sensible a vientos y turbulencias fuertes.

Por eso, parte del equipo lo forman un grupo de meteorólogos, que van previendo las condiciones atmosféricas que el avión se va a encontrar y ajustan el recorrido. El vuelo de ayer, cruzó las montañas del Jura en dirección a Toulouse. Desde allí estaba previsto cruzar los Pirineos navarros y, después, tomar dirección al aeropuerto de Madrid-Barajas. La altura máxima de vuelo es de 8.500 metros y la altitud de crucero entre los 1.500 y los 3.000 metros.

El vuelo es un ensayo general de cara al gran reto previsto para 2014, que es dar la vuelta al mundo. El prototipo que viaja hasta Madrid es el Solar Impulse HB SIA, de 25 metros de largo y 64 de ancho. El que dará la vuelta al mundo será el Solar Impulse HB SIB, ya en construcción y que será un poco más grande y reforzado para tal misión. En todo caso, la prueba que se realiza estos días y la llegada a Barajas son fundamentales, pues para dar la vuelta al mundo es necesario que el avión solar emplee aeropuertos comerciales. Estos días, el Solar Impulse debe demostrar que es capaz de aterrizar y despegar de aeródromos convencionales.

Dadas sus especiales condiciones de vuelo, los responsables de control aéreo han creado un pasillo para que atraviese España y llegue sin incidentes. El riesgo nunca falta. Como recuerda Enrique Guinaldo, que ha trabajado codo con codo con Piccard, «hace falta mucho valor» para subirse en un aparato así. El piloto, recuerda el diseñador, siempre lleva el paracaídas puesto.

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