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Una apuesta necesaria para la rehabilitación.

Según datos oficiales de la Unión Europea, en 2010 las viviendas y edificios fueron causantes del 36% de las emisiones de dióxido de carbono y responsables del 40% del consumo energético. En España, tan sólo el uso de la energía en las viviendas supone la quinta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero, porcentaje que asciende hasta la tercera parte del total si se suman las originadas durante su construcción, según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE).

En los últimos años se han ido aprobando diferentes normativas destinadas a mejorar la eficiencia energética en la nueva construcción. Pero no es suficiente, ya que el principal problema no está en lo nuevo sino en lo ya existente.

El parque de viviendas y edificios construidos en nuestro país asciende a 25 millones de unidades, con una antigüedad media de 35 años, de las que «el 99% son ineficaces energéticamente», según Javier García Breva, ex director del IDAE y actualmente director de Energía en Arnaiz & Partners.

Según este experto, el modelo actual de ciudad «está diseñado para consumir cada vez más combustibles fósiles, fomentando el uso del vehículo privado y la instalación de calderas individuales de gas en los hogares».

En este sentido, y según las directivas europeas, habría que apostar por los edificios autosuficientes de consumo casi nulo, algo que técnicamente ya es posible, y por la puesta en funcionamiento de sistemas de calefacción y refrigeración centralizada, ya no por edificio, sino por barrio o distrito.

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