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El canciller Helmut Kohl, en contra de lo previsto, fue el primero en asomarse al patio de honor sobre la una y media de la tarde, cuando llovía copiosamente y la guardia de Federico II el Grande había cambiado ya cinco o seis veces. 

Tras unos breves saludos y una mirada al pedestal, el canciller -invitado personalmente por Ferdinand de Prusia- se marchó envuelto en una nube de micrófonos y fue «agasajado» en la salida con algunos sonoros pitidos y redoblados aplausos. Inmediatamente después, comenzó el tránsito de miles de emocionados ciudadanos que durante ocho horas rindieron culto a un hombre que para unos fue un genial estadista, un reformador, un filósofo y el «primer servidor de su nación»; y para otros un agresor y un señor de la guerra (especialmente para los polacos). 

Además de Helmut Kohl y de alrededor de 80.000 personas, también los representantes de la denominada «escena autónoma» quisieron visitar al «viejo Fritz» en el patio de honor. A pesar de los controles, algunos pacifistas radicales intentaron agredir a los miembros de la guardia y hubieron de ser rápidamente controlados por la Policía. 

Una organización alternativa de Berlín organizó un entierro simultáneo en el que un hombre con máscara de Federico II saltó hasta el patio en donde estaba el verdadero rey mientras sus compañeros repartían confetti y caramelos. Si bien en lo esplendoroso del acto no se atendió a las peticiones del «viejo Fritz», la separación -tras 200 años- de su padre hubiera merecido su más absoluta aprobación. 

La relación del rey soldado con su hijo, el elegante y distinguido príncipe-filósofo que no sabía apenas alemán y hablaba siempre francés, fue tortuosa y conflictiva. Federico Guillermo I tenía la obsesión de hacer de su heredero alguien que no era, e incluso estuvo a punto de condenarle a muerte por deserción. Su fallecimiento supuso un alivio considerable para Federico el Grande. 

El sepulcro de «Fritz» está rodeado de seis bustos romanos y cubierto por una estatua de flora, que guarda el paso a la bóveda que ayer acogió a los restos del rey. Su padre había sido ya depositado en la cercana Iglesia de la Paz, en una ceremonia privada.

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