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El oso pardo resucita en España

Dan las ocho de la tarde y aún queda un poco de luz en el corredor de Leitariegos. Luis, José y Elías, guardas de la Fundación Oso Pardo (FOP), sacan sus prismáticos y telescopios y se sientan en silencio a observar la ladera opuesta del valle mientras atardece. Al cabo de un rato, la noche amenaza este rincón del Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias (Asturias) y los guardas recogen sus equipos sin dar importancia a que ningún oso pardo se ha mostrado ante sus lentes. 

Ver osos pardos no es sencillo ni siquiera para ellos, que tienen la observación de estos animales como una de sus tareas habituales.Sin embargo, en los últimos años es mucho más fácil que en las décadas de los 80 y los 90, cuando las dos poblaciones de oso pardo cantábrico estaban al borde del colapso. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) las catalogó como «En peligro crítico» debido a que en ambas quedaban menos de 50 ejemplares maduros. 

El trabajo de la Fundación Oso Pardo ha supuesto un impulso definitivo para la recuperación de la especie. Hoy en día hay unos 200 osos en esas dos poblaciones.


Y el número de osas con crías, trabajo en el que centran buena parte de sus esfuerzos los guardas de las llamadas Patrullas Oso, se ha multiplicado por 10 desde la década de los 90. Debido a esa ardua tarea que la FOP comenzó hace ya casi 20 años, en 1993, la Fundación BBVA acaba de concederle el Premio a las Actuaciones en Conservación de la Biodiversidad en España 2018. El galardón está dotado con 250.000 euros, lo que en estos tiempos de dificultades económicas supone un espaldarazo enorme para una ONG conservacionista. 

Tras conocerse la noticia, el teléfono de la fundación no ha parado de sonar con llamadas de apoyo de colegas y de personajes históricos de la conservación en España, como Jesús Garzón, naturalista y salvador del Parque Nacional de Monfragüe (Cáceres). «¡Suso Garzón!, me pillas en los montes de Rioscuro, Alto Sil leonés», exclama Guillermo Palomero, presidente de la fundación Oso Pardo, mientras camina por un hayedo cercano a la localidad de Villablino (León). «Muchas gracias, la verdad es que es un orgullo que te den el premio de conservación más prestigioso de este país». 

La clave del éxito ha sido la creación de un clima social favorable a la defensa del oso pardo en lugares donde no era fácil trabajar hace un par de décadas. Las zonas oseras están en áreas rurales, mineras y ganaderas con gran afición por la caza y donde la población hace años no tenía precisamente una mentalidad conservacionista. Los progresivos avances del Derecho, tanto Administrativo como Penal, en materia de protección de especies amenazadas han contribuido de una manera definitiva al abandono de prácticas hoy delictivas como el trampeo en zonas protegidas, el furtivismo o el uso de veneno para luchar contra depredadores. 

Sin embargo, por sí sola la legislación no es capaz de concienciar a la población de la importancia de la conservación, en este caso del oso pardo, pero también del urogallo, cuyos hábitats coinciden en buena parte con los del oso. El trabajo sobre el terreno de la FOP ha sido determinante. Los guardas son en todos los casos hombres y mujeres de la zona, lo que ha ayudado a que no se perciba su trabajo como una invasión. 

Además, en su esfuerzo por conciliar a todas las partes implicadas en la conservación la fundación ha realizado multitud convenios de colaboración con los cazadores locales. Sirva como ejemplo que la sede de la FOP en Cangas del Narcea (Asturias) comparte sede con la Sociedad de cazadores. 

Sin duda esta labor ha sido muy importante para dar árnica a algunos sectores de la población local cuyas prácticas en el monte no eran compatibles con la defensa del oso pardo. El trabajo de los guardas de la fundación ha retirado del monte más de 1.500 lazos y ha sentado en el banquillo de los acusados a 18 tramperos ilegales. El oso no es el objetivo de estos lazos de acero mortales, pero al colocarlos en zonas de paso y lindes de fincas para capturar sobre todo jabalíes, en ocasiones el plantígrado puede quedar atrapado en ellos. Precisamente a finales del pasado mes de agosto un oso fue localizado en el concejo de Cangas del Narcea con su mano izquierda cogida por uno de estos lazos. A pesar de los esfuerzos por rescatar al animal, murió a las pocas horas. 

Pero el trabajo del equipo de la FOP no es sólo perseguir y luchar contra las amenazas del oso pardo, sino también actuar sobre el territorio para mejorar su hábitat. Y en este sentido la fundación, al igual que otros grupos conservacionistas de la zona como el Fapas, también ha estado muy activa en los últimos años. 
En la actualidad, la organización es copropietaria de 14 montes en el Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias (Asturias) «de excelente calidad para osos y urogallos», según asegura la propia FOP. En total suman cerca de 110 kilómetros cuadrados (11.000 hectáreas) y es también propietaria de 116 fincas que suman 48 hectáreas. parte de ese terreno fue adquirido en el marco de un proyecto LIFE desarrollado por la fundación con financiación europea cuyo objetivo era tratar de conectar las dos poblaciones oseras de la cornisa cantábrica, aisladas desde hace entre 50 y 100 años. 
Además, en alguna de esas fincas -concretamente en algo más de 30 hectáreas- se han plantado 17.500 árboles productores de frutos (90% cerezos y 10% castaños) que puedan servir de alimento para el oso en diferentes épocas del año. 

Los guardas, Luis, José y Elías, caminan, junto a Guillermo Palomero, por un camino en el corredor de Leitariegos. No parece que vayan rastreando, pero no pierden ripio. «Mano derecha, pie derecho y aquí parece que va pie sobre mano», dice Luis mientras señala unas huellas marcadas en el barro aún húmedo. Un poco más adelante, se adentran en una finca salpicada de tubos de plástico en los que se intuye que debe haber alguna planta creciendo. «Son todo cerezos. Vamos a ver si están vivos», explica Palomero. Y, a pesar del verano seco, han aguantado y han crecido bien. «En unos años, el oso ya tendrá una buena cantidad de comida en esta finca».

Los esfuerzos de conservación del oso pardo en los últimos años han sido un éxito. El número de lazos encontrados disminuye cada año, el furtivismo también y la población es más consciente de los beneficios económicos que puede tener la especie para las comarcas oseras. De la misma forma, la población de osos ha aumentado en la cornisa cantábrica. 

Pero en una zona tan intervenida por el hombre, esto también tiene sus riesgos. Los osos cada vez tienen menos miedo al ser humano y algunos ejemplares ya comienzan a mostrar comportamientos familiares que podrían entrañar algún riesgo si no se toman las precauciones adecuadas. Guillermo Palomero reconoce que una de las tareas más importantes de cara al futuro es tomar medidas para evitar problemas. «No descartamos que haya que usar métodos que se usan en otros países, como dispararles bolas de goma para que no se acerquen a las poblaciones», explica.

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