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El Islam un mundo de olores y sabores fuertes

En medio de una televisión cada día más demagógica y pobre (sólo cuenta la audiencia y el nivel de rigor se desmorona) un programa bien hecho, Alquibla, viene a proponernos un sueño. Juan Goytisolo definió su programa como aproximación al Islam. Y lo es: quiere mostrarnos, cómplicemente, una civilización próxima, ya no sabemos si amiga, y -hoy- ajena. 

Pero al paso que muestra luchas turcas de hombrones, airosos minaretes y almocábares que se trenzan, zocos y baños, propone un ideal: Una civilización en la que aún cuenta la vida, donde se aprecia el tacto, la cháchara, el tiempo gratamente perdido e incluso la religión; un mundo de olores y sabores fuertes, humanos, apenas tocado por la suciedad del progreso, el neocapitalismo destructor y la civilización de masas que deshace valores: el paraíso del Tercer Mundo.


Goytisolo no llega a decirlo, pero la sugerencia y su amor son claros. A Pasolini le ocurrió también en sus casi últimos años. Hasta su abjuración de la Trilogía de la vida, apostaba por ese sueño. Sus viajes al tercer mundo cultivado -el recóndito Islam, el áspero y hermoso Yemen de Las murallas de Sanaa- le hicieron creer que tocaba una forma de felicidad perdida para nosotros. Es verdad que la civilización -si puede llamarse así- del consumo, las masas y el capitalismo feroz, ayudado por una tecnología deshumanizada, bajo el parasol primero del progreso, han destruido la cultura tradicional -que en absoluto era un paraíso- y en lugar de construir una nueva ética, otra cultura más abierta y fértil, un hombre más plural, nos ha dejado con el culo al aire. Sólo podemos consumir y producir, a cambio de lo cual se nos conceden unas pildoritas de dicha, donde el gozo ha perdido individualidad y encanto. Somos casi máquinas programadas. 

Vivimos un mundo destruido y sin proyectos cultos, donde la libertad es una palabra grande y una realidad vital estrecha. ¿Cómo no mirar entonces hacia el Islam, reducto aún del signo cuerpo? Pero ¿puede un hombre de progreso unir el inaplazable deseo de un cambio hacia adelante, con el sueño hermoso de lo que si aún existe -pese al integrismo- ya está tocado de muerte, y ha sido también daño y cerrazón?

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