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La presa desmoronada

Las alarmas en la balsa de decantación de las Minas de Aznal.-cóllar se habían disparado un mes antes de que se produjera la rotura de la presa el 25 de abril pasado. Lo que no está tan claro es que alguien -la Consejería de Industria, Geocisa o la propia dirección de la mina- advirtiera las señales de peligro.
De acuerdo con la declaración del director de la mina, Aguilino Cazorla, ante la titular del juzgado número 2 de Sanlúcar la Mayor que entiende del caso, las obras de recrecimiento de la balsa de residuos se interrumpieron el 26 de marzo debido a que el material de acarreo con el que se aumentaba la altura de la balsa presentaba un alto grado de humedad.

En su declaración ante la jueza, Cazorla explicó que «el parámetro de agua en la raña roja ha de controlarse porque es de suma importancia; el día 26 de marzo, al ser muy alto por las lluvias, se ordena por Geocisa que se pare la obra».


Densidad y humedad inciden en la compactación de la obra y ésta, en la resistencia del muro. La raña roja es una caliza de exudación empleada habitualmente como elemento del muro de escollera en una presa de materiales sueltos como la de Aznalcóllar.

Esta operación no se realizaba sin supervisión estricta de Geocisa, según declaró el miércoles el director facultativo de la explotación minera. Boliden sí se encargaba de proponer la cantera de la que se extraería la piedra y de construir el espaldón de la presa, el recubrimiento de roca estéril conforme a lo declarado ante la jueza.

En lo que sí fue tajante Aquilino Cazorla fue en asegurar que «nada del núcleo se ha tocado», puesto que de ello «no tiene constancia por parte de Geocisa ni por escrito ni verbalmente». Igualmente, dijo desconocer si se había aumentado 40.000 metros cúbicos de escollera por sólo 3.000 de arcilla del núcleo.
Así pues, un mes antes de que la presa se viniera abajo, los encargados de su recrecimiento habían advertido que el contenido en humedad del material de escollera excedía de los límites y decidieron refrenar su ritmo de construcción. Las obras se iban a reanudar la semana del 13 de abril, pero un infortunado accidente laboral lo impidió. Una semana después, se desmoronaba la presa.

Pero había más luces rojas activadas. El letrado de Geocisa le preguntó al director de la mina si ésta había comunicado a Geocisa «un incremento de las filtraciones de grado 100 a 1.000 metros cúbicos por hora». Cazorla contestó que no lo conocía.
Pero las filtraciones existían y, cabe deducir de esa pregunta, que iban a más. De hecho, Boliden había tomado la determinación de construir «este verano» una pantalla impermeable entre el río Agrio y los pozos que bombeaban el agua filtrada (mezclada con la del aluvial subterráneo) para evitar que agua ácida llegara al curso fluvial como así estaba pasando, «aunque los parámetros estaban dentro de los límites autorizados», declaró Cazorla.
La mina, entre tanto, seguía trabajando con el modelo hidrológico que había entregado en julio de 1996 la consultora sueca Golden Associates. Un año después, «se recomendó adoptar el modelo anterior, y en el año 98 se pretendía readaptarlo».
Había más autoridades alertadas sobre la filtraciones. El proyecto de Los Frailes (el nuevo yacimiento) se supeditó a acabar con las filtraciones tras las visitas de la jefatura de Minas, del Instituto Tecnológico y Minero y de la propia Confederación Hidrográfica que relató en su declaración el director de la mina. Las luces se habían encendido, pero nadie las vio. A lo mejor, nadie quiso verlas.

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