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Desmayos y gritos por Alejandro Sanz

Se me olvida todo al veros... Tengo la mente en blanco. Pero quiero agradeceros de forma muy especial el haberme hecho tan feliz en un año como éste». Alejandro Sanz dará hoy las gracias a los valencianos desde el escenario del campo de fútbol de Levante.
Como lo hizo ayer y antesdeayer en Barcelona y como lo seguirá haciendo el miércoles en Valladolid, el jueves en Zaragoza y así hasta llegar a las 56 ciudades que conforman su gira. Un circuito que comenzó el 21 de mayo en Las Palmas y terminará el 9 de septiembre en Madrid. En total, entre 2.500 y 3.000 millones de pesetas en taquilla.

A estas alturas, recordar que Alejandro Sanz, con 29 años, es el cantante que más copias ha vendido de un disco en la historia de la música española resulta innecesario. 1998 ha sido su año, el de los 14 discos de platino -el último, esta semana- por haber vendido más de 1.400.000 copias de Más (Warner).


Y 1998 es también el año de su confirmación definitiva. Aquí y en el mundo. Porque Alejandro Sanz habrá ganado dinero, premios, amigos, enemigos -de éstos parece que pocos- pero sobre todo se ha adueñado de una credibilidad y un respeto, por parte de público, medios y compañeros de profesión, difíciles de igualar en el enrevesado panorama del espectáculo. Su antídoto contra las críticas que lo definían como un fenómeno de fans pasajero o un clónico de los cantantes románticos italianos ha sido el trabajo, el rigor y la discreción. El resultado no ha tardado en llegar.

Alrededor de un millón de personas asistirán este verano a sus conciertos. Los mayores aforos, la plaza de Las Ventas de Madrid (tres citas con 20.000 personas), Barcelona (dos ante 19.000) y Valencia (16.000). Los demás auditorios admiten entre 7.000 y 15.000. Con él, viajan 70 personas y 130 toneladas de equipo en cinco autocares, cinco trailers y dos vehículos de apoyo. Una caravana que trabaja todo el día para que a las 10 de la noche, siempre a la misma hora, se apaguen las luces y suene Hoy que no estás. Ochenta focos de última generación arropan a Alejandro -camisa blanca y traje negro, de Hugo Boss- en un escenario que, en consonancia con su carácter, ha querido que sea más bien sencillo. Una mezcla de grandiosidad y sobriedad.

Una megapantalla de 12 por siete metros, con 36 proyectores de vídeo, engrandece al artista y permite la visión de cada gesto. Cada sonrisa, para delirio de sus fans, las que se aprietan contra la valla. Porque eso sí, Alejandro Sanz parece estar disfrutando cada segundo de su actuación. Su ya conocida capacidad de comunicación se acrecienta en esta gira, donde da las gracias cada día a los que han hecho posible su hazaña. Primero vinieron las ventas, luego, los premios y ahora, el calor del directo. «Buenas noches. Un poco de luz, que yo vea a todos. Quiero daros las gracias no sólo por el día de hoy, que va a ser muy especial, también por los conciertos de las giras anteriores... Esta noche nos vamos a dejar hasta la última gota».

Uno de los aspectos distintivos de esta gira, el que más gusta a sus promotores, representantes y discográfica sobre todo, es la diversificación del público y el aumento de la edad media de los asistentes. Lo controlan muy bien los vendedores de camisetas, que han apreciado un aumento considerable de clientas de 30 ó 35 años y de chicos (un 15% entre los compradores).
Aún así, sigue resultando espectacular la reacción de las adolescentes. Para ellas, asistir a un concierto de Alejandro Sanz es una aventura que comienza al amanecer. Las más pasionales suelen agolparse en las puertas del recinto a primeras horas del día. El récord lo tienen las aficionadas de Murcia, que comenzaron a llegar a la plaza de toros a las cinco de la madrugada. Lo habitual son las ocho, las nueve o las 10 de la mañana. Así comienza una jornada calurosa en la que miles de chicas enfervorizadas alternan «Alejandro, Alejandro» con estrofas del Corazón partío. Los nervios se disparan cuando se acercan las ocho de la tarde, la hora de apertura de las puertas: «Capullos abrir, nos vamos a morir».
Llegado el preciado momento, las escenas se repiten: los guardias de seguridad pican las entradas. Las chicas gritan, corren y bajan a zancadas las gradas hasta llegar a la primera valla, la que les separará metro y medio de su ídolo. Allí, dos horas más de espera y consignas a coro. Mientras, los dispositivos de la Cruz Roja se organizan. En el Pabellón de Deportes de Granada, por ejemplo, 40 voluntarios y cuatro ambulancias atendieron el concierto del pasado martes. «En cuanto salga Alejandro, empiezan a caer como moscas», decían. Y así fue. Más de 100 personas fueron asistidas (desmayos y ataques de nervios) en un recinto en el que cabía una tercera parte del número de seguidores que se concentran en Las Ventas.

Resulta como mínimo curioso observar el continuo ir y venir de voluntarios con chicas desvanecidas. El proceso sería el siguiente: Fulanita, desde primera hora del día en la puerta, se desploma durante el concierto. La multitud la traslada en volandas hasta la primera fila donde un socorrista la recoge y corre hacia la enfermería. Una, otra, otra...

Y todo ello a tan sólo metro y medio del escenario en el que Alejandro, acompañado por una banda impecable de 10 músicos, se gana al auditorio. Cada 10 minutos se viven momentos delirantes. Histeria colectiva: ¡se ha arrancado por bulerías! Los gritos impiden distinguir si remata o no la faena, aunque se le intuye mucho compás.... Claro que, ¿sabrán la mayoría de estas niñas que está cantando por bulerías? Y cuando corean todas al tiempo la canción Si hay Dios, «podría ser más educado pero el alma sólo entiende de emoción y, si hay Dios, seguro entiende de emoción», ¿sabrán que están reprendiendo a la Iglesia por su postura ante la homosexualidad, defendiendo el amor sin distinción de sexo?

Una entrada para un concierto, que dura unas dos horas y 15 minutos, cuesta entre 2.500 y 3.000 pesetas. En todos los casos, las localidades se están agotando con muchísima antelación y en muy poco tiempo. Por poner sólo un ejemplo: ya no quedan entradas para el recital del 18 de agosto en el recinto Alcoholera de Motril (Granada). Esta circunstancia, que se repite en cada lugar donde se abre la taquilla, provoca la reventa, que suele ofertar la entrada a 4.000 ó 4.500 pesetas. Volviendo al caso de Granada, se vendieron 7.300 en una semana (la liquidación más rápida de los últimos 20 años, dicen allí). Así se entiende que se pegaran en la ciudad sólo 300 carteles en lugar de los 3.000 habituales en otros conciertos.
¿Y cuánto cobra Alejandro Sanz? Asunto complicado. Entre los empresarios del sector se comenta que, ahora, unos nueve millones, aunque hace unos meses se le pudo contratar por seis o por siete. La cifra puede variar bastante de una ciudad a otra, ya que cuando se alcanza cierta cantidad de asistentes el músico cobra un porcentaje de la taquilla. En algunos casos, su oficina de contratación, RLM, actúa además como empresaria.
Probablemente, Alejandro Sanz es el artista español con el cachet más alto del momento, pero también el que reúne a un mayor número de personas, ya que su gira pasa por los recintos más multitudinarios. Esta práctica no era usual hasta ahora en Sanz, que siempre presumió de no querer lanzarse directamente a los grandes auditorios. Su evolución, lenta y segura, se traduce ahora en este gran tour, Más, perfectamente organizado, en el que cada aspecto se ha cuidado al detalle y se controla hasta la última peseta que pueda generar el fenómeno Sanz. Véase el asunto del merchandising.

Según Lourdes Torres, directora de One Stage, la empresa que organiza y gestiona la venta, «el público de Alejandro Sanz es diferente a otros. Funciona muy bien y lleva ya mucho tiempo comprando camisetas y gorras, por lo que hemos desarrollado otros productos como carpetas, banderas o agendas». En uno de los cuatro, cinco o seis stands que se instalan en cada concierto se puede comprar un collar con colgante del corazón partío por 2.000 pesetas, una camiseta por 2.000, 2.500 ó 3.000, un abanico por 500, un pack de siete fotografías por 3.000 o una bandera por 1.500. Todo ilustrado con diferentes caras del cantante o con corazones partíos de colores.
Además, una estrategia comercial: obsequios para los que compren durante el concierto ya que la auténtica avalancha consumista se suele producir al final. Y como cada detalle está rigurosamente estudiado, el cantante luce, en la última media hora de cada uno de los conciertos, una de las camisetas promocionales que se convierte en la superventas del día.
Las prendas, por cierto, han sido confeccionadas por Don Algodón, uno de los dos patrocinadores de la gira de Alejandro Sanz. El otro es la casa Peugeot, que además de su correspondiente aportación económica, ha cedido el Peugeot 806 rojo en el que viaja el músico.

El alcance de la gira del año se podría medir también por la atención que le están prestando los medios nacionales y extranjeros. La prestigiosa revista americana de música Billboard está a punto de publicar un reportaje retrospectivo sobre el artista.
Para los dos primeros conciertos de Madrid, los próximos 26 y 27 de junio (el tercero será el 9 de septiembre), se han acreditado ya casi 200 representantes de medios de comunicación, 20 de ellos son de países latinoamericanos (El Mercurio, de Chile, Atlántida, de Argentina, El Universal, de México o El Comercio, de Perú) y varios europeos, como la televisión pública alemana ARD, entre otros.
A ellos también se les escapará algún gesto algo flamenco cuando, para cerrar el concierto, Alejandro interprete seis minutos de Corazón partío, la canción que ha desencadenado todo esta sucesión de acontecimientos, los premios, los récords, las ventas y, seguramente, hasta esta información.
«¿Quién me va a entregar sus emociones?».... Miles de brazos al cielo que no saben si tocar palmas o intentar un bailecito. Y Alejandro, provocando y gritando a las gradas: «A ver esos cuerpos flamencos». «Dime si tú te vas, dime cariño mío, ¿quién me va a curar el corazón partío?». Eso se preguntan el millón de seguidoras, y seguidores, que verán al cantante en concierto.

Además de la macro-gira de Alejandro Sanz, uno de los artistas más vendedores de la historia de la música española, no hay que perder de vista el fenómeno Mónica Naranjo. La mujer-mujer, con el tronío de rompe y rasga puesto al cabo de los tiempos, vuelve por sus fueros. Sus ventas en España están a punto de saltar la mágica barrera del millón de discos, guarismo ampliamente superado ya en Hispanoamérica. Este verano tiene confirmadas 60 galas en plazas de toros, polideportivos y auditorios, y aún están en el aire una decena más. En parecidas cifras se mueve un artista que se reveló el pasado verano, Pau Donés, más conocido por el nombre de su grupo: Jarabe de Palo. El chico de «La Flaca» tiene 55 galas aseguradas, aunque otra media docena están al caer en estos momentos.
De verano en verano y tiro por lo que gano. El último tirano de esta tetrarquía de poderosos de la música española es Manolo García. La enorme acogida que ha tenido su debut discográfico en solitario, «Arena en los bolsillos», le ha catapultado hasta las 54 galas veraniegas. No es mal comienzo para el que fuera el 50% de uno de los grupos más exitosos del panorama nacional, El Ultimo de la Fila.
Bajando un poco el listón nos encontramos con un grupo conformado por artistas de muy distinta índole. Ahí podríamos destacar al dúo Amistades Peligrosas, con sus 42 bolos confirmados, y su oferta de pop para tirarse los trastos a la cabeza. La sólida continuidad de Siniestro Total, que en un alarde de incombustibilidad han firmado 40 galas para este verano, da fe de que el rock español todavía atrae a un gran número de gente, siempre que no se les dé gato por liebre. Se confirma la eclosión del buen hacer caribeño de la cubana Lucrecia, con sus 32 actuaciones.
Ketama, otro de los valores seguros de la música española, hará 39 galas, incluyendo tres en el MIDEM Latino, pese a no tener disco nuevo en el mercado. Niña Pastori, que sí lo tiene, pero salió hace muy poco, está reclutando bolos y, de momento, confirma 12 actuaciones. Y no hay que olvidarse de algunos grupos del ámbito independiente, como es el caso de Hamlet, con 24 conciertos previstos.

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