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Carolina y Estefania de jóvenes fueron unas marranas

Las campanas de la catedral de Montecarlo repicarán el próximo mes de jimio por Estefanía de Monaco y su «príncipe azul», el hombre de negocios francés, JeanYves Le Fur. Por fin se casa la princesa. Su corazón rebelde ha sido conquistado por el más «serio» de sus innumerables pretendientes.

Al contrario del resto de los cachorros de la realeza europea, Estefanía de Monaco, benjamina de la casa de los Grimaldi, nunca ha hecho mucho caso del viejo dicho «noblesse oblige». Pareciera que a ella, el hecho de ser hija del Príncipe Rainero y de la ya mítica Grace Kelly, no la obligaba a otra cosa que no fuera rebelarse, divertirse, y en general, hacer lo que le viniera en gana. 

En su país, un pequeño principado que vive principalmente de sus casinos y de la imagen de su primera familia, nunca se le ha alabado por su tacto, dignidad, discreción y demás cualidades que se suponen esenciales en toda gran dama. A Estefanía se la ha crititicado, más bien, por los disgustos que ha causado a su anciano y conservador padre. De todos es conocido que Rainiero nunca ha visto con buenos ojos las aventuras en el mundo de la música, de la moda y de la perfumería de su hija menor. Y por lo que respecta a las aventuras de Estefanía en el mundo del amor, Rainiero se ha negado, por regla general, a recibir a sus múltiples pretendientes en el palacio de los Grimaldi en Montecarlo. Que se sepa, recientemente sólo ha recibido a uno, al productor de discos norteamericano Ron Bloom, gesto que inmediatamente puso en sobreaviso a los monegascos. 

Estos olfateaban ya un matrimonio en la catedral del principado, aunque el novio fuera un hippy cuarentón de origen judío, con coleta incluída. No era la pareja ideal para una princesa católica de 25 años y los fieles súbditos de Rainiero dieron un suspiro de alivio cuando apareció en escena el joven y apuesto JeanYves Le Fur, una especie de réplica francesa del italiano Stefano Casiraghi, marido sólido y convenientemente gris de la única hermana de Estefanía, Carolina. 

A todos ha tomado por sorpresa el cambio de tercio de la princesa rebelde, y nadie sabe cómo explicar este aparente caso de metamorfosis principesca. Pero todo parece indicar que por esta vez el amor ha logrado un milagro, aunque nadie sabe cuanto puede durar la conversión de Estefanía a la «normalidad».

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