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Los taconeos del mejor ballet del mundo

El montaje, que ha costado varios años de trabajo, unos meses de ensayos y la cifra aproximada de 100 millones de pesetas, supone un reto sin precedentes para el BNE y su director, y estará en el Teatro de la Zarzuela de Madrid entre el 21 y el 30 de diciembre. La idea de crear un ballet en tomo a este personaje mítico de la literatura y la dramaturgia españolas se fraguó hace ya tres años, poco después del nombramiento de José Antonio como director artístico, bailarín estrella y coreógrafo del BNE, atribuciones que ahora deberá revalidar -o no- a partir del 31 de diciembre, fecha del término de su contrato con el INAEM. 


El bailarín se apoyó en Narros, quien ya había sugerido el proyecto a María de Avila, y en Pepe Nieto, el cual ha invertido un año en la composición de la atmosférica música de «Don Juan», para la elaboración de la estructura y el contenido de la obra, de cuya escenografía son autores Andrea D'Odorico y Mario Bernedo. El ballet, que consta de una primera parte de una hora y quince minutos y una segunda de treinta minutos, está inspirado en el «Don Juan» de José Zorrilla y explora la vertiente más íntima y menos arrogante del Tenorio. «Nos ha interesado sobre todo el gran amor interior que posee Don Juan», explica José Antonio. «Cuando finalmente conoce el verdadero amor, el de Inés, todo lo que ha pasado hasta ese momento deja de ser importante. Don Juan es el eterno enamorado, un seductor que lo es no por un concepto machista, sino porque está enamorado del amor».

En términos coreográficos, el «Don Juan» de José Antonio se inscribe en la línea desarrollada en los últimos años por el director del BNE, quien ha concebido un ballet más teatral que virtuoso tanto en los movimientos del cuerpo de baile como en las intervenciones solistas, que recurren más a la expresividad y al sentido rítmico que a las exhibiciones de zapateado. En palabras de José Antonio, «se trata de hacer un tipo de repertorio pensado en función de los elementos que componen el BNE. Antes se interpretaban más coreografías folclóricas, o al menos inspiradas en las raíces, y poco a poco hemos ido a hacer ballets concebidos a partir de un tema particular, con un guión y una visión más amplia de la danza». «Es lógico que sea así, porque en estos últimos años han pasado infinidad de cosas. 

Han desaparecido algunas figuras y compañías míticas del baile español y al mismo tiempo la danza ha evolucionado muchísimo técnicamente y en cuanto a la visión y formación que tienen los bailarines de español, que parte de una preparación clásica», explica José Antonio. «Se ha ganado mucho, pero también se ha perdido un poco la raíz, como ha pasado con el propio ser humano, que se ha deshumanizado bastante en la última década. 

De ahí que el BNE deba plantearse la recuperación del repertorio que se ha ido creando para la compañía en estos diez años, porque ahí entra gran parte de la historia de los grandes coreógrafos de España». José Antonio incorpora en la coreografía al personaje de Zorrilla, con el que -dice- no se identifica particularmente: «Como ser humano soy un poco de eso y de todo lo que voy haciendo, y por supuesto me identifico con el Don Juan que hemos creado, pero no conozco la obra con la intensidad con la que siente Narros, por ejemplo».

La brillante bailarina clásica Trinidad Sevillano, en excedencia del English National Ballet, se alterna con Aida Gómez, del BNE, en el papel de Doña Inés, mientras que otro artista invitado, Antonio Alonso, lo hace con Juan Mata en el de Don Luis. También colaboran de un modo extraordinario el veterano José de Udaeta (Don Gonzalo) y la bailaora Merche Esmeralda (La Muerte). A propósito de la polémica ausencia de Trinidad Sevillano del estreno, José Antonio puntualiza que «estaba estipulado así desde un principio. En su momento ya se dirá por qué se hace el debut más tarde. Además, me parece positivo que no haya un elenco sólo de invitados y otros con bailarines de la compañía». 

José Antonio opina que el momento de transición que vive el Ballet del Teatro Lírico Nacional, compañía casi gemela del BNE, «nos afecta, como todo lo que sucede en la danza. Aunque son compañías separadas, hay que pensar que la plantilla es unitaria. Pero creo que no debemos preocuparnos más que de trabajar y de hacer las cosas como creemos que hay que hacerlas. Luego el público es el que va a ver si los trabajos que se hacen en un sitio son más positivos que los otros».

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