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La joya más vistosa de la historia

¿Qué hacen Monica Bellucci, Juliette Binoche, Kristin Scott-Thomas y el príncipe Alberto II de Mónaco (sin Charlène) juntos en un museo? Pues acudir a la cena de gala organizada por Cartier en el Grand Palais con motivo de la exhibición Cartier: le style et l’histoire, que se inauguró esta semana en el recién restaurado Salón de Honor del histórico centro expositivo parisino.

Diademas, collares, pendientes, anillos, broches, pulseras, relojes... Desde su fundación en 1847, la maison ha convertido estos adornos en obras de arte cuyo precio trasciende el de los metales y las piedras preciosas ya que se trata de piezas únicas creadas para la realeza o la alta sociedad de otros tiempos. Objetos de valor histórico incalculable, asociados al carisma de quienes los poseyeron. De ahí la obsesión de los actuales propietarios, el Grupo Richemont, por reivindicar el legado Cartier a través de una serie de retrospectivas como la que recaló el invierno pasado en el Thyssen-Bornemizsa de Madrid.

Esta nueva cita expositiva con los tesoros de la casa repite una parte de la fabulosa selección que pudo verse entonces en la capital española, como el collar de rubíes y diamantes de Elizabeth Taylor, regalo de su tercer esposo, el productor Mike Todd, o el broche con forma de flamenco de la duquesa de Windsor, realizado en colaboración con Jeanne Toussaint, directora artística de la maison en aquel tiempo. Pero también exhibe otras reliquias nunca vistas, procedentes de los fondos históricos de la firma –la Colección Cartier supera los 1.450 ejemplares– o de préstamos realizados por sus más ilustres clientes.

Así, entre las 600 piezas de excepción que acoge el Grand Palais hasta el 16 de febrero de 2014, los visitantes podrán descubrir una veintena de alhajas cedidas por la familia Grimaldi, donde destacan las joyas que la Princesa Gracia de Mónaco lució en 1956 en su boda con Rainiero III. O algunas de las más bellas adquisiciones de Marjorie Merriweather Post, gran coleccionista de arte ruso y francés, considerada en su época como "la mejor cliente de Cartier Nueva York". O incluso la tiara Halo de 1936 que Kate Middleton llevaba en su enlace con el príncipe Guillermo de Inglaterra y que antes lució su regia suegra.

Junto a ellas, Elisabeth Taylor, María Félix, la duquesa de Windsor, Mona Bismarck, Barbara Hutton, Marlene Dietrich y otras mujeres que marcaron estilo durante buena parte del siglo XX aparecen retratadas aquí junto a los modelos originales de las joyas que tanto querían.

Descrita por el presidente de la Reunión de los Museos Nacionales, Jean-Paul Cluzel, como "la más ambiciosa exposición consagrada jamás a la maison", Cartier: le style et l’histoire, es un proyecto que tiene más de historia del arte que de mercadotecnia. A través de una escenografía concebida por Nicolas Groult y Sylvain Roca, la muestra resume, en los 1.200 metros cuadrados del Salón de Honor, la trayectoria de esta firma que se inició a mediados del siglo XIX cuando el bijoutier Louis-François Cartier se hizo cargo del taller parisino de su maestro Adolphe Picard, situado en el número 29 de la rue Montorgueuil, y pronto se convirtió (Eduardo VII dixit) en "el joyero de los reyes y el rey de los joyeros".

Además de joyas fastuosas, la exposición incluye vestidos, muebles, pinturas, fotografías, carteles publicitarios, antiguas revistas de moda y casi 200 dibujos preparatorios y documentos que ilustran el laborioso proceso de creación y dan cuenta del devenir de la marca y la historia reciente del lujo occidental.

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