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El Porsche de Bashar Al Assad

Bashar Al Assad sale temprano del loft familiar de Malki, el elegante barrio del centro de Damasco. 

Tiene que ir a la mezquita Anas ibn Malek, para festejar el final del Ramadán, y a cambiar su Porsche Carrera por un SUV negro, más apropiado para ese momento. Como suele ser habitual, conduce su coche, pero precedido y seguido de un nutrido cortejo de guardaespaldas. Y es que la seguridad actual no tiene nada que ver con la de 2009, cuando recorría el mismo trayecto a bordo de un 4x4 con Brad Pitt y Angelina Jolie en el asiento trasero.

La entonces pareja de moda había venido a Siria para visitar y apoyar a los refugiados iraquíes. Hoy son dos millones de sirios los que están refugiados en los países vecinos. "¿Dónde están sus guardaespaldas?", le preguntaba Pitt entonces. "¿Ve usted a esa anciana? Es una agente. ¿Y a ese hombre que está cruzando? Otro", explicaba Asma, la mujer de Al Assad. Su seguridad era el pueblo.

Al desembocar en la avenida Choukri-Kouatly, varias explosiones retumban cerca del cortejo presidencial, algo nada habitual en esta zona. El convoy presidencial evita el lugar donde cayeron los obuses de mortero y Bashar llega sin problemas a la mezquita, aclamado, como en todas y cada una de sus escasas apariciones públicas.

Este entusiasmo, antaño orquestado, hoy no tiene nada de montaje. Durante mucho tiempo, Bashar Al Assad fue visto por la gente como el oftalmólogo británico llamado en 1994, a la muerte de su hermano Bassel, a hacerse cargo de la dirección del país. Si a eso le añadimos que habla árabe con el acento de Damasco, su figura no era muy venerada entre los alauitas que forman la élite en el poder. Por no hablar de su esposa, que siempre pareció sospechosa a los alauitas por ser sunita, originaria de Homs y nacida en Inglaterra.

Asma al Assad es mucho menos inocente de lo que parece. Con delicadeza y una gran sonrisa, durante nuestro encuentro no se anduvo por las ramas para esquivar las preguntas más complicadas. "¿Por qué quiere que ella le hable del asesinato de Rafic Hariri [primer ministro libanés, asesinado en 2006, en un atentado del que se responsabiliza a los sirios]?", me había advertido, unos minutos antes, Bouthina Shaaban, la consejera política preferida de Bashar al Assad.

Con todo, planteo la cuestión. "En interés de nuestra buena relación, prefiero no abordar ese tema", contestó fríamente Asma, con su sonrisa perenne. Sucedió en noviembre de 2010, en un salón del hotel Bristol de París. Asma había venido con su marido para consolidar las relaciones entre Francia y Siria.

A cuatro meses del comienzo de la rebelión, pintaba un país de ensueño, que "ofrece a las mujeres la posibilidad de ser directivas, incluso más que en Occidente"; un país cuna de la humanidad y ejemplo de tolerancia religiosa: "Cuando mi marido va a la mezquita de los Omeyas en Damasco, se inclina sobre la tumba de San Juan Bautista", aseguró.

¿Cómo vive su papel al lado de su marido? "Él no tiene problema de imagen alguno", me respondía entonces. Hoy Asma sigue pensando que su marido no tiene problemas de imagen. Un miembro del clan Al Assad me confirmó que, desde hace dos años y medio, es ella quien lleva a sus hijos al colegio a diario.

El resto de su tiempo lo consagra a visitar a las familias de los mártires, es decir, de los soldados muertos por el régimen; un ritual que se suele reflejar en la cuenta de fotos Instagram de la pa reja. "Hace algo así como un año, Bashar le propuso a Asma que abandonase el país, pero ella optó por quedarse y se quedará hasta el final", explica un miembro del clan. Es el final del enigma Asma.

Durante mucho tiempo, la gente se preguntaba cómo una siria que había pasado 20 años en el corazón de la burguesía londinense podía vivir hoy sin pestañear en un país cuya guerra civil contabiliza ya más de 100.000 muertos. La explicación es Bashar. Y, por supuesto, sus hijos.

Desde que llegó a Siria, Asma Al Assad se dedica, en cuerpo y alma, a transmitir a sus hijos los valores de su padre. Y parece haberlo conseguido. Su hijo mayor, Hafez, de 11 años, escribe en su Facebook sobre el eventual ataque aéreo: "Hemos nacido para luchar y para resistir. Quiero que ataquen, porque tengo muchas ganas de que comience algo cuyo final ellos no conocen".

Los eventuales ataques, a pesar de que estén congelados (al menos hasta el cierre de esta edición) tampoco es que sean la principal preocupación familiar. Las tropas de Assad, que habían avanzado desde el comienzo de la guerra, han perdido terreno estas últimas semanas. Ésa es la gran preocupación del régimen.

"El ambiente es raro en el Ejército. Hay que pensar que luchan temiendo que el soldado que está a su lado puede meterles una bala en la cabeza. Con todo, están aguantando, tras tres años de guerra. Oficiales y soldados han mantenido el tipo y las deserciones han sido escasas. Y eso es algo extraordinario", explica una fuente cercana al poder.

Fue Maher, el hermano pequeño de Bashar, el encargado de dirigir las operaciones y de aconsejar a los generales, a medida que los combates se acercaron a la capital, Damasco. Maher está muy cerca de Bashar. Tiene dos hijas y su mujer dio a luz, el pasado marzo, un niño, que se llama Bassel. Maher y su madre, Aniseh, son las más fieles consejeros del presidente. Bashar no toma jamás una decisión sin consultarlos.

La viuda de Hafez Al Assad habría hecho jurar a sus hijos que jamás dudarían a la hora de utilizar la represión. "En la familia se dice que Maher nació en un regimiento. Al contrario de Bashar, el Ejército es su vida", nos confía alguien muy cercano al hermano del presidente. En efecto, Bashar ha recibido muy poca formación militar. Él mismo reconoció que se convirtió en oftalmólogo "porque es una profesión de precisión, con intervenciones poco urgentes y sin demasiada sangre". Todo lo contrario a lo que esta viviendo como presidente sirio...

Maher Al Assad manda la temible cuarta división acorazada. Integrada por 10.000 o 15.000 hombres, es la encargada de la defensa de Damasco, junto a la Guardia republicana, una unidad de confianza del presidente. El hermanísimo es conocido por su carácter impulsivo, sus extravagancias y por el miedo que inspira. Algunos le atribuyen la responsabilidad de la utilización de armas químicas en los suburbios de Damasco. Pero no hay nada probado.

La estructura de mando y la presunta existencia de las armas químicas en Siria siguen siendo un enigma para los servicios secretos occidentales. Su utilización, en cambio, no parece ocasionar demasiados problemas de conciencia ni a los partidarios del régimen ni a algunos sirios de la oposición. El horror es una costumbre en este país en el que ninguna familia se ha librado de él, ni siquiera la de Asma Al Assad, que incluso ha llegado a perder a algunos familiares en Homs.

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