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La infanta Pilar se lo gasta todo en joyas

Corría el mes de febrero de 2004. La infanta Cristina llamaba a Mario Herrera, el propietario de una vivienda en venta en la calle Elisenda de Pinós, y le decía: «Mañana viene el rey a Barcelona, ¿te importaría que pasara a ver tu casa?». Al día siguiente, y según me contó el propio Mario, que entonces salía con mi prima Natalia Eyre, «el rey se presentó al mediodía fumándose un Cohibas de medio metro… 

Sólo tuvo que cruzar la calle porque paraba en la clínica Planas. Miró toda la casa, subimos a la azotea desde la que se ve el mar y se le escapó un '¡menuda vista, qué cabrón!'. Después tomamos un whisky en la biblioteca. ¡Me ofreció un puro y me dijo que la casa era cojonuda! Aunque también se quejó del frío que hacía». Al poco tiempo los duques de Palma depositaron en el notario Gea del paseo de Gracia, la paga y señal para la compra de un palacete que en estos momentos odian profundamente. O sea que podría tener razón Iñaki cuando explica que el rey le aconsejó comprarlo, una de las revelaciones más explosivas de un libro apasionante, Urdangarin, un conseguidor en la corte del rey Juan Carlos (La Esfera de los libros) de Esteban Urreiztieta y Eduardo Inda, héroes del periodismo, que contra viento y marea dieron a conocer la trama del instituto Nóos. 

¡Si no fuera por ellos y por el periódico que tienen ustedes entre sus manos, probablemente en estos momentos Urdangarin sería presidente del Comité Olímpico Español, o quizás incluso embajador, que también era uno de los puestos que ambicionaba! Una curiosidad: Me cuentan que el rey no puede perdonar a su yerno, es cierto, pero que todavía sigue teniéndole más manía a Marichalar. ¡Misterios del alma humana!

Hablando de Zarzuela... ¡No les ha gustado! ¡En la Casa no ha gustado lo de Cartier! No ha sentado bien que se asocie en estos momentos de crisis a una infanta de España con una firma de lujo y encima extranjera. Quien me lo cuenta, se indigna también: «No están los tiempos para eso. ¡A lo del padre Ángel no fue nadie de la familia y, sin embargo, la infanta doña Pilar de Borbón figura en las invitaciones presidiendo la inauguración de la ostentosa muestra de joyas en el Thyssen! 

No ha sentado bien ni al rey ni a los príncipes, cuando se está intentando dar una imagen de austeridad y se quiere demostrar que la familia real empatiza con los problemas de los españoles. ¡Esto ha sido un tiro en toda la escuadra!». Mi informante sigue relatándome: «¡Qué vergüenza! ¡En la misma calle Serrano hay gente comiendo de los containers!». La princesa Letizia que, últimamente no aparece nunca con tiara y apenas lleva joyas, está particularmente disgustada. Ella, que accede a ir a regañadientes en el mes de diciembre al Rastrillo que preside doña Pilar, veremos qué hace este año.

Voy a desayunar al Palace con el mítico editor Rafael Borrás, que me ofrece como quien no quiere la cosa una primicia: el próximo 12 de noviembre sale un libro póstumo de Santiago Carrillo en Galaxia Gutemberg: Mi testamento político. Me cuenta Rafael mientras me sirve más café con leche con la cortesía de un príncipe florentino, que el pasado 18 de octubre, cuando se cumplía un mes de la muerte de Carrillo, visitó a su viuda en su casa de la calle de Reyes Magos, detrás del Retiro: «Carmen me dijo que estaba muy hundida, que lo echaba mucho en falta, que nada es lo mismo sin Santiago…». Nos quedamos los dos mirando el fondo de la taza. Llueve hoy en Madrid y anochece desde el alba.

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