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Las Bad Girls y su éxito fugaz

No están aquí, pero son inminentes. Las «bad girls», como las llaman en el hígado del Imperio (Nueva York, claro): las malas chicas que se zampan el mercado norteamericano de novela espumosa, tras el efímero (y pingüe) triunfo de la «brat pack» o «panda de mocosos». No me diga usted que no se acuerda de la panda de mocosos. Sí, hombre: Jay Mclnerney, Bret Easton Ellis, Tama Janowitz. 

Todos ellos llevados al cine con primor de plástico y bombillita: «Luces de neón», «Menos que cero», «Esclavos de Nueva York». En Europa no fueron muy allá, pero en los Estados Unidos gozaron una continua juerga de saraos y guateques en el bailongo de las revistas satinadas, en los «pedales» de la Gran Movida Americana... Ahora han caído en menos gracia. Los críticos los acusan de escribir como zombis. Siempre escribieron como zombis, desde el interior de sus lánguidas muertes. No se les puede acusar de haber cambiado. Empezaron como informadores de la nada, y en ello se entercan. Desde el interior, insisto, desde dentro. No como el escrior tradicional que baja a los infiernos armado de su lira, sino en directo, con voz de auxiliar administrativo de la sección IV de Calderas Tibias. Funcionarios de la truculencia. Bien olvidados estén.

Son Kristin McCloy, Catherine Texier, Janice Eidus, Jane Loader, Lee Tulloch, Mary Gaitskill, Lorry Moore, etc. Sólo tres de ellas (Texier, Moore y Gaitskill) han sido publicadas fuera de Estados Unidos. No hay todavía traducción al castellano. Los entendidos anglosajones las clasifican en un nuevo apartado: la «clit-lit», «literatura del clítoris», «cliteratura». Nombrecito por el que asoma toda la frivolidad «marquetinguera» del caso: tendría que haberse hablado antes -por D.H. Lawrence, por Henry Miller, por Mailer, etc.- de «literatura del cipote»; pero nadie lo hizo. 

Ni siquiera Kate Millett, la más «atascamachos» de las hembristas. El priapismo -en mayor o menor erección- siempre se ha considerado natural (como el uso de las meretices o la violación de doncellas enemigas: datos de la vida real). De todas formas, lo osado del término «clit-lit» -en la ñoñería social norteamericana- indica hasta qué punto se les ha arrebujado el cerebro de la sorpresa a los señores críticos. 

Allá por las arribas de América, .estas chicas son las primeras escritoras que se expresan con mujeres. La historia de este tipo de literatura, cuyos detalles ya he contado en otros sitios, es la siguiente. Todo empieza, en la bisagra entre los siglos XIX y XX, con Kate Chopin, y su novela llamada «The awakening» (El despertar; traducción española en Hiperión). En ese libro, por primera vez desde el arranque de la literatura, la protagonista de una novela escrita por mujer resbala hacia el adulterio por hastío. Tiene un recio marido monótono, hijos de buen crecer, dócil situación económica.

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