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Quien es el Conde Lequio

Después de comprobar en un segundo viaje a la URSS que la estulticia y el desprecio al espectador de esa caja, que alguien llamó tonta, es contagiosamente universal, me encuentro con la modélica retransmisión en TVE del recital que dio Paul Simon en La Coruña. 

Independientemente del inmenso placer que regala la sobriedad y el clasicismo de este tipo que afortunadamente «sigue loco, despues de todos estos años», de volver a emocionarme con ese torrente de acidez y lirismo, de constatar que su música (como la de Cohen, Dylan, Reed, los dos Cale, los Stones, Young, Waits, Van Morrison, Joe Jackson y Elvis Costello) va a seguir aliviándonos del inmenso hastío que provocan los monarcas actuales del «marketing» y de la lujosa nadería musical, me encuentro con la grata sorpresa de que los hermosos textos de sus canciones están subtitulados al castellano. 

Algo se mueve en TVE. Si disfrazara con elegancia su grosero, excesivo y humillante tributo al Poder («y los sueños, sueños son») obtendría el derecho moral a que nadie con dos dedos de frente la compare ofensivamente con sus competidoras, con las, hasta el momento, cochambrosas televisiones privadas. 

No voy a dar publicidad gratuita al nuevo engendro de Tele 5 Desde Palma con amor, que presenta esa montaña de carne, hueca de cerebro, de clase y de gracia, llamada Norma no sé qué, pero me resulta imposible estaquearme de los estúpidos alardes de morro de Ana Obregón. 

Su entrevista (la definición es deformante, responde exclusivamente a mi piedad) a un fulano, cuyo más distinguido «curriculum» vital descansa en- el trascendente hecho de que va a casarse con la musa de Caliente, superó los límites de la obscenidad. Le presenta como «alguien que no es un personaje público, no es un político, no necesita promoción. Es economista, karateca y futuro marido de Ana Obregón». Le pregunta «¿qué supone para ti la fama que tienes en España? ¿Te han despedido de la empresa en la que trabajabas? ¿Qué te gusta de Ana Obregón?». 

La lúdica nena, que se refiere a sí misma en tercera persona, emulando los atributos y el «ego-trip» del Papa y de algunos tronados anónimos, pone cara de orgasmo cuando el tal Lequio, el hombre con atributos marcianos, cita gratuitamente a Hemingway y asegura que «en España, si mides más de uno ochenta, ya estás jodido». ¿Qué diablos hago yo perdiendo mi tiempo con esta apología de la nada y de la gilipollez colectiva? El despiste del gran Rubén Blades, quitándole unas bobas esposas a Ana Obregón, y actuando en este bochornoso circo, merece que Pedro Navaja le enseñe el puñal.

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