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Muchos no sabían quien era Nelson Mandela

Bronceados, bromistas, con el aspecto de tener una edad indefinida de siempre y con una sonrisa en los labios genuinamente americana, los mellizos Gibb y su hermano mayor Barry descubren por enésima vez, sin sombra de hastío en la voz, el secreto de su éxito y de sus casi treinta años dentro del «showbusiness». «Nos limitamos -declara Maurice- a no seguir las modas. Si te' apuntas a un estilo terminas por morir con él. 

Nosotros siempre hemos ido a nuestro aire y ese creo que es el secreto de mantenerse durante tantos años». Con el recién editado High civilization, el disco en el que se recogen los éxitos de toda la carrera de los Bee Gees, es fácil darse cuenta de esa pasión por no caer en las tendencias de cada momento. Da la impresión de que lo que pretende este trío, que actuará en nuestro país los 25, 26 y 28 de Junio en Barcelona, Madrid y La Coruña respectivamente, es llevar la contraria, desconcertar en todo momento. 

Mientras los grupos de finales de los sesenta se empeñaban en cantar a la paz, la libertad o, como mínimo, dar una imagen masculina, intelectual y circunspecta, estos tres australianos derretían con su dulzura los transistores y, para colmo, cantaban con un falsete muy poco viril. «Lo de cantar con falsete -confiesa Barry- fue, como la mayoría de las cosas que nos han pasado a lo largo de nuestra carrera, fruto de la casualidad. Se nos ocurrió cuando, en 1966, estábamos grabando Nights in Broadway. El productor del disco nos pidió que gritáramos frente al micrófono y a mí el chillido me salió muy bien. -Ahí descubrb0í que podía cantar de esa forma. 

Aunque el hecho de usar falsete no es el rasgo más distintivo de los Bee Gees; nuestra originalidad reside en la combinación de las tres voces». Continuando con su característico empeño por fastidiar a la audiencia adicta a las modas, el colmo llegó con su más sonado éxito: la banda sonora de Fiebre del Sábado noche, que fue a publicarse en el 77, el año de la revolucion «punk». John Travolta y ellos encarnaron el lado discotequero, intrascendente, hortera y moderadamente positivo de la juventud, opuesto al agresivo nihilismo de Sex Pistols y compañía. «Creemos -declaran- que con esa banda sonora transformamos el concepto de músicas para películas. Los productores, el público y la Academia de Hollywood comenzaron a partir de entonces a darse cuenta de lo importante que puede ser una B.S.O.». 

Con el paso de los años parece que los hermanos Gibb, de los que artistas como Janis Joplin, Elvis Presley o Nina Simone han hecho versiónes, se han vuelto más moderados y se dejan llevar por corrientes. Modas como las de participar en conciertos benéficos, en favor de la paz. En el de Mandela ellos estuvieron. «Fue un concierto muy divertido -declara Maurice- y además me gustaría pensar que ha servido de algo. Lo lamentable es el ansia de oportunismo de la gente. Había grupos que en el «backstage» preguntaban quién era ese tal Mandela».

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