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Rihanna nacida para la perdición

Era, aunque bueno, un producto musical. Hasta cierto punto y por propia voluntad, una marioneta en manos de otros, un personaje alienado por el trabajo, tremendamente exitosa en lo comercial, pero artista incompleta al fin y al cabo. ¿El motivo? Su declarada falta de libertad creativa.

Un buen día, muerte de un ser querido mediante, Alicia Keys se dio cuenta de que eso no era lo que quería para sí, pese al reconocimiento. Y se alejó, se fue física y mentalmente, sola y durante un mes entero, a conocer los orígenes de la civilización (Egipto) y retomar lo bueno de los propios. Escribió sin cesar, se rebeló contra ataduras y su inseguridad se tornó en convicción de Superwoman, su tema predilecto del álbum que surgió de tal catarsis, y que anoche presentó en Madrid.

Tal y como ahora es, como bien anuncia el cuarto título de su trayectoria (As I am), se manifestó una de las más veteranas y galardonadas divas del soul de nueva generación.

Llegó Alicia Keys con su voz portentosa a reivindicar su figura entre tantas esculturales que pueblan el r&b actual, recién encumbradas como Rihanna o diosas del corte de Beyoncé, siempre con el vestido a punto de enseñar. También respecto a la música excelente de Amy Winehouse, rebelde por vocación.

La neoyorquina, sin alejarse de los patrones de fotogenia irresistible, conjuga mejor las virtudes de músico -que pronto cultivó- con todo lo exterior, y cumple así de sobra con los requisitos del soul actual.

En un recital que lideró sin aparentar esfuerzo, la chica del piano puso sobre la pista, con o sin el instrumento, reflejos del soul de los 60 y 70 y de lo que dicha palabra significa en inglés. Si en estas giras se mostraba más que nunca como es, su alma debe ser madura, honesta, tan elegante como su sonido.

Intercaló Keys baladas al piano y rítmicas coreografías al borde de la escena, canciones del nuevo álbum sin dejarse en el tintero ningún gran éxito. Todo con proyecciones de fondo, grabadas o que recogían lo que estaba aconteciendo en el abarrotado Palacio de Deportes.

La también compositora, que no por casualidad tiene nueve Grammys y 20 millones de discos vendidos en su haber, consiguió protagonizar un concierto constante en su alta intensidad, grande desde la cualidad de la artista para llegar a lo urbano a través de su formación clásica, sin caer en barroquismos.

Los nuevos temas, menos sofisticados y más rockeros que los anteriores, suenan mejor en directo que en el álbum, aunque no supongan una ruptura sonora en Keys, pese a su catártica concepción. Los más destacados del repertorio fueron la mencionada Superwoman (de Linda Perry, la ex de 4 None Blondes, que colabora en el disco), Go ahead, Sure looks good to me y Wreckless love, amén de la aclamada y radiada No one, que dejó para el final. Fallin' y My boo fueron los temas restantes que pusieron cierre a la segunda noche consecutiva de Keys en España, tras su comparecencia en Barcelona.

No lleva ni medio mes en la carretera el tour de As I am, el que próximamente le llevará durante casi tres meses por Norteamérica, y se nota la frescura.

La que algunos llaman la sombra de Nina Simone, que debutó en 2001 con su aclamado Songs in a minor, sigue vigente y los más de 10.000 asistentes de anoche lo saben bien. Keys se acompañó de bajo, batería y percusión, coristas y bailarinas, pero sola, con su interpretación de piano y voz, habría convencido igual. Simplemente, porque son prodigiosos.

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