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Los paraisos perdidos

Drogadictos, parejas del mismo o distinto sexo, deportistas y gentes comunes y corrientes pueden convertirse en los nuevos ángeles caídos del Retiro, expulsados del que por unas horas es su edén particular. Diez y media de la noche. Comienza la representación de una obra de personajes sin argumento. «Footingueros», paseadores de perros criados con PAL, paseantes sin identidad y algún que otro probo padre de familia esperan al acecho la hora mágica, en la que los decentes hagan mutis por el foro y aparecer en el espectro de nuestros miedos. El gobierno municipal cierra El Retiro.

Creen que hay mucha delincuencia nocturna. Sin embargo, no es ésta la opinión de la fauna nocturna del parque. Anselmo y Federico, que son algo más que amigos, afirman con voz afectada y vibrante que el cierre no tiene sentido. «Es la primera noticia que tengo iy fíjate que lo usamos...! Pues me parece fatal...».

Pero aunque los tiempos avanzan que es una barbaridad, siguen siendo las parejas heterosexuales el ejemplar más representativo de El Retiro madrileño. Los tipos que «pasean» por la noche por El Retiro son diferentes a los de los años 60. Sin embargo, los usos son los mismos, y si no que le pregunten a Felisín «el bacilón». «...tía... ¿pero de verdad quieres que te diga a qué vengo yo aguí? Pues yo vengo... a lo que vengo...». Mientras, su novia sueca sonríe entre recatada y satisfecha. Angel, un vasco que atraviesa el parque a grandes zancadas, afirma que «podría ser uno de los espacios naturales más hermosos y sugerentes de una ciudad con pocos pulmones como Madrid. Además es a partir de las diez cuando mejor se está aquí». Pero sin lugar a dudas son los «hip-hop», que han prolongado sus extremidades inferiores en patines, los auténticos dueños de El Retiro.

Se deslizan huidizos, ajenos al escenario, siempre buscando el asfalto. El atracador, maleante o lo que sea, obtendría como único botín su intento, la extenuación. Para Sergio, madrileño de 18 años, El Retiro es «un lugar como cualquier otro. Si vengo aquí a estas horas es porque no me molesta nadie. Algunos prefieren el paseo de Recoletos pero allí puedes tener colisiones en cadena». Dentro de una amalgama de personajes hay siempre una nota discordante. Manuel Beas, de 45, empleado del servicio de limpieza de El Retiro considera que «es conveniente cerrarlo, porque a partir de cierta hora impone venir aquí. Yo vengo preocupado, por eso cuando veo a alguien se me alzan los cielos». Ni él ni ninguno de sus compañeros han sido objeto de agresiones. «Hombre, yo sólo he visto algunas cosejas rotas. Van por ahí, ven una farola y ipum! la rompen».

Ya se sabe, los más solidarios son los amantes de los animales. Como Pedro, el jubilado que en un principio se mostró contrario a la medida «porque es de todos los madrileños y no creo que fuera oportuno cerrar el parque. En ningún país del mundo lo hacen». Más tarde lo reconsideró: «Mi perro necesita una hora, así que a partir de las doce de la noche lo pueden cerrar, porque yo lo saco sobre las diez». Mientras el perro de Pedro deposita la cagadita de rigor en la aún verde hierba de los jardines, un nutrido grupo de barrenderos limpia los aledaños del Retiro. O'Donnell, Menéndez Pelayo, Alfonso XII... calles que, si la autoridad no lo impide, se convertirán pronto en receptoras de los desechos del parque.

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