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Gorbachov el tramposo

La atmósfera del Congreso de los Diputados de la URSS ha cambiado radicalmente esta temporada frente a la del año pasado. Las actuales sesiones bien podrían pasar a la historia como las de los «grandes enfados» de Mijail Gorbachov. El miércoles, el líder soviético montó en cólera no sólo ante las interpelaciones de que fue objeto por el envío del Ejército Rojo a Azerbaiyán o por sus supuestas ambiciones presidencialistas, sino que también se enfadó con los diputados por el ánimo distendido que apreciaba entre los delegados. «Están perdiendo el tiempo», les dijo Gorbachov, a los delegados, cuando consideró que algunos trataban de dilatar las discusiones sobre la introducción de un régimen presidencial democrático en la URSS. La respuesta de los diputados no ha tardado en llegar y muchos ya han criticado su actitud «maniobrera» cuando dirige las sesiones del Congreso.

Algunos diputados ya han recuperado para Gorbachov el viejo mote que se aplicaba al presidente norteamericano Richard Nixon: «Ricky el tramposo». Ahora, los corrillos de disidentes, apodan al jefe del Kremlin como «Gorby el tramposo». Como dice el diario «Pravda» los diputados están empezando a acostumbrarse a las reglas del juego democrático.

Pese a esto, los largos años de «ordeno y mando» han dejado, no obstante, huellas imborrables en el comportamiento político de los representantes del pueblo soviético. En otros tiempos no existían los debates y las propuestas que proponía la presidencia eran aprobadas a mano alzada y sin rechistar. Hasta hoy día sigue existiendo una barrera psicológica entre la mayoría de los diputados y los componentes de la mesa presidencial.

Algunos miembros de la cámara legislativa piden la palabra con timidez, tartamudeando, temiendo equivocarse. A otros les dominan las emociones y pierden fácilmente el control. Ambas circunstancias son aprovechadas por el presidente del Soviet Supremo, Mijail Gorbachov. Si algún diputado se acalora, el líder soviético hará una llamada al orden en tono paternalista que le desconcertará y dejará en ridículo. Cualquier signo de vacilación e inseguridad hará que Gorbachov interrumpa al diputado diciéndole «¿Qué quiere usted decir?, sea más explícito». Otro de los trucos utilizados por el jefe del Kremlin para desarmar a sus adversarios políticos consiste en interrumpir la intervención del correspondiente congresista diciendo: «Espere un minuto».

Después el diputado se las verá y deseará para que le sea concedida de nuevo la palabra. El pasado miércoles, durante la discusión de la agenda de trabajo de la cámara, Gorbachov interrumpió a un representante azerí con su artimaña favorita diciéndole: «Espere un momento, si quiere puede permanecer de pie o mejor siéntese si le parece». Otro diputado pidió la palabra reiteradamente sin éxito hasta que por fin pudo rápidamente proponer un minuto de silencio por los trágicos sucesos acaecidos en Bakú el pasado mes de enero.

Ante la sorpresa de Gorbachov todos los diputados se pusieron de pie y permanecieron cerca de un minuto en silencio. Gorbachov también interrumpió un acalorado debate diciendo que sería conveniente hacer un descanso para comer.

El líder soviético opinaba que después se reanudaría la sesión «con los ánimos más calmados». El edificio del Soviet Supremo (Parlamento), además, es el palacio más grande del Kremlin, antigua residencia de los príncipes rusos y su restaurante es uno de los mejor abastecidos de la capital. La composición del Soviet Supremo es de lo más variopinta. Rostros con los ojos rasgados, probablemente procedentes de la república de Kazajstán, morenos, rubios. Mujeres ataviadas con sus trajes nacionales (fundamentalmente de Asia Central). Hombres con aspecto campesino, intelectuales, etcétera.

Gorbachov, como es natural, se reserva siempre el derecho de hacer las réplicas que estime oportunas sin problemas de limitación de tiempo. Nadie hasta ahora se ha atrevido a reprochárselo. Para interrumpir y desconcertar a los diputados que le resultan molestos el «número uno» del Kremlin utiliza también la técnica de decir que el tema en cuestión «será debatido más tarde», o al contrario, que «ya fue tratado en su momento». La única persona a la que ha respetado el jefe del Kremlin fue al científico Andrei Sajarov. Tal vez porque el nivel del académico desaparecido era mucho más elevado que lo que se acostumbra entre los miembros del Soviet Supremo. Gorbachov, pese a su oratoria a veces desenfrenada, no destaca precisamente por utilizar un lenguaje culto. El líder del Kremlin, pese a su origen, habla el ruso con notables errores fonéticos y a veces gramaticales.

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