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El silencio se escucha en los olivos

Con el hallazgo de micrófonos en dependencias de la quinta presidencial de Olivos, y en la propia Casa del Gobierno, hecho confirmado por el secretario general de la Presidencia, Alberto Kohan, y por el secretario Legal y Técnico, Raúl Granillo Ocampo, finalizó ayer una semana en extremo turbia, plagada de habladurías e idas y vuelta en el más alto nivel oficial argentino. Kohan, un hombre de suma confianza de Carlos Menem, quiso restarle importancia al asunto del espionaje, pero tuvo que admitir que fueron encontrados sofisticados sistemas de escucha electrónica y telefónica en varias dependencias de edificios gubernamentales.

El detonante partió de la esposa del presidente, Zulema Yoma, quien el pasado viernes decidió relevar a todo el personal que trabajaba en torno a la centralita telefónica de la quinta de Olivos: «ni siquiera me llegaban las llamadas telefónicas». Dicho esto, la señora Yoma se mudó de la residencia hacia a un apartamento que el matrimonio posee en la calle Posadas, en uno de los barrios más lujosos de Buenos Aires. Kohan asegura que «los despachos oficiales y la residencia presidencial están sembrados de micrófonos ocultos y que muchos teléfonos están "pinchados"».

Los indicios de estas primeras tareas de espionaje comenzaron ya a investigarse durante el mandato presdiencial de Raúl Alfonsín. Una de las pistas más reveladoras para los investigadores fue descubrir que los individuos que el pasado jueves amenazaron de muerte al ministro de Economía, Erman González, y a su hijo, conocían los números de teléfono del domicilio particular y del despacho oficial del citado funcionario. Estos datos no figuran en ninguna guía telefónica y se mantienen siempre en estricta reserva, aunque otras fuentes no descartan que ese y otros secretos oficiales son archiconocidos por los integrantes de los servicios de Seguridad.

A todo esto se sumó la denuncia del diputado peronista y presidente de la Cámara en el Congreso argentino, Alberto Pierri, quien sólo ahora se ha atrevido a revelar que «hace 60 días que mis siete teléfonos del Parlamento están intervenidos, se escuchan voces apenas uno levanta el "tubo" y además encontré cinco minimicrófonos en mi despacho». Otros diputados, entre los que figura el radical César Jaroslavsky, se sumaron al aquelarre manifestando que «hay más escuchas que gente y la mayoría de nosotros decidimos bajar a la calle y hablar desde una cabina pública, no es muy cómodo pero sí preferible a que sigan escuchando nuestras conversaciones».

Al parecer, y según indican fuentes oficiales, el entramado de espionaje telefónico fue descubierto cuando el presidente le ordenó al jefe de la Seguridad de la quinta de Olivos, que investigue el motivo de un «mal olor» que salía de un armario. Siguiendo el rastro de lo que se creyó que podía ser un roedor muerto, el personal de Seguridad encontró una serie de hilos transparentes que comunicaban varios micrófonos. Luego fueron decomisadas hasta tres cámaras de video en miniatura, y el escándalo ganó la calle.

El relato anterior corresponde a la versión sobre los teléfonos ocultos ofrecida por varios funcionarios del Gobierno e incluso por el propio presidente. Pero, como en todo «affaire» mínimamente turbulento, exite, claro, otra lectura de los hechos. La susodicha «segunda versión» fue recogida por el diario uruguayo El Día en su edición del pasado domingo, desde entonces circula como pólvora por los corrillos políticos bonaerenses. Según se publica en el rotativo uruguayo, el caso de los espías electrónicos tiene que ver con «una historia fraguada por Zulema Yoma, esposa de Menem, para poder justificar su intempestiva mudanza de Olivos tras una dura discusión con su esposo y con el canciller Domingo Cavallo». Todo habría empezado el pasado 21 de enero cuando Menem le ofreció al presidente electo de Brasil, Collor de Melo -el sueño de las chicas bien de Suramérica, un desayuno de agasajo. Mientras la señora Zulema quería que tal ágape fuera servido por su amigo Domingo Palermo, el mayordomo de la Quinta presidencial, la sección Protocolo de la Cancillería, contrato la gestión del empresario Falak -íntimo amigo de Menem.

Al parecer se sirvió un descomunal desayuno, pero un detalle crucial quedó en el olvido: al presidente Collor le gustan los «bollos» y manifestó cierto disgusto porque no aparecían en las opíparas bandejas del «pequeño almuerzo». La Yoma aprovechó el descuido para cargar tintas contra su marido y canciller Cavallo. Una tragicómica tormenta se desató a continuación. Poco importaba a Zulema la presencia de los invitados, hasta que Menem la interrumpió con un gesto abrupto. El Día recuerda además que «la señora Yoma y el presidente están separados de hecho, aunque no de derecho», y que este incidente sería uno más en una larga cadena. Lo cierto es que, a esta altura de la atribulada política argentina, nadie se atreve a dudar de versiones tan aparentemente «disparatadas» como la anterior. «En Argentina todo es posible», fue toda la respuesta que obtuvimos de una fuente, considerada «seria», cundo le pedimos su opinión sobrela verdad de los hechos: un cruce de cables o un lío de teléfonos.

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