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El huracán Zulema

Como en un vodeville donde no faltan acusaciones de lujuria, la primera dama argentina Zulema Yoma de Menem, decidió abandonar la residencia presidencial y mudarse a un departamento del centro de Buenos Aires porque se sentía «espiada» por una docena de micrófonos clandestinos.

Pero las acusaciones de la temperamental Zulema sólo intentan disimular la nueva separación del matrimonio Menem, que se había reconciliado tras dos años de divorcio, justo en el momento en que Menem decidió presentarse a al presidencia del país. La primera dama acusó el a Menem de ser un gran mujeriego. «No quiero hablar mal de él, pero tengo que ser sincera, y lo que más me molesta de Carlos es que sea tan mujeriego», afirmó Zulema.

«Cuando era joven, nunca pensé que llevaría la vida que llevo. me imaginaba un matrimonio normal en el que mi marido cuidase de mí y de mis hijos, pero no es así en absoluto», agregó. «No me gusta ser la primera dama», dijo una airada Zulema al periódico Sur. Hasta ahora, todos los intentos mediadores de ministros enviados por Menem para que Zulema deponga su actitud y «vuelva sin escándalos» a la arbolada residencia de Olivos, situada en un elegante barrio de la zona norte de Buenos Aires, han resultado infructuosos. Con sonrisa forzada, el portavoz presindencial, Humberto Toledo, afirmó que «por ahora, el presidente y su esposa mantienen una relación conyugal plena». Sin embargo, ministros y secretarios de Estado aseguran que «esta vez, la separación será irreparable, porque ella llegó con el escándalo público demasiado lejos». Todo comenzó hace dos semanas, con el desayuno entre Menem y el presidente electo de Brasil, Fernando Collor de Mello. Por un error del servicio, faltaron en la mesa frutas y bollos que Collor había pedido expresamente.

El canciller Domingo Cavallo pidió el despido de «Mínimo Palermo», mayordomo de la residencia y amigo personal de Zulema. Menem los despidió. Zulema decidió solidarizarse con el mayordomo, y se marchó a la casa donde vivían ella y sus dos hijos mientras estuvo divorciada de Menem. «La relación del matrimonio estaba muy tensa y Zulema se sentía muy sola y deprimida en Olivos», comentó un miembro de su familia. Cuando un periodista de la radio le preguntó por qué no vivía más en Olivos, estalló el escándalo. La primera dama argumentó que «por razones de seguridad. Escuchan mis conversaciones telefónicas». En la secretaría de Estado pensaron que se trataba de una cortina de humo para disimular una nueva pelea con el presidente. Pero fue grande la sorpresa cuando llegaron los técnicos y descubrieron micrófonos inalámbricos en la residencia de Olivos.

«Me escuchan las conversaciones y no pasan las llamadas. Me voy de esta casa hasta que todo se aclare. Así no puede gobernar nadie, ni siquiera Carlos Menem. Con «Mímino», su mayordomo despedido, sus secretarias y sus dos hijos, la primera dama sigue alojada en el apartamento situado en la zona centro de la ciudad y decorado al estilo oriental. Pasa los días escuchando música clásica, atendiendo a algún que otro dolor de muelas y recibiendo visitas. Antes de abandonar la residencia de Olivos despidió a todas las telefonistas. Mientras tanto, el presidente está profundamente irritado por los teléfonos «pinchados» descubiertos por su mujer. «Eso mejor preguntadselo a Zulema. Yo nunca utilizo el teléfono para cosas fundamentales». Los Menem son padres de un hijo y de una hija. Contrajeron matrimonio en 1966. De fuerte carácter, Yoma ha jugado un papel fundamental en la vida política de su marido. En numerosas ocasiones, invitó a enemigos políticos de Menem a almorzar o cenar.

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