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La señora vestida de rojo

La mujer de rojo es Nancy Reagan, la mejor embajadora que tuvo Ronald Reagan, durante, su mandato presidencial. Muchos de los grandes cambios que se están produciendo ahora en la escena internacional estaban en germen cuando Nancy se ganó al matrimonio Mijail & Raisa. Lo cuenta El País que publica en exclusiva las memorias de la ex primera dama. «Cuando conocí por primera vez a Gobachov, sentí cierta frialdad de su parte -confiesa Nancy- Sin embargo, durante la, cena se comportó de una fonrma más cálida. Desde aquel momento, cuanto más le he visto más me ha gustado». Curiosamente el juicio es contrario cuando se refiere a Raisa, que debía ser la «sargento» del matrimonio.

«Mientras Raisa tiende a ser seria, casi solemne, y se alza en protagonista incluso en, la mesa, su marido tiene un gran sentido del humor y no es excesivamente formal. A lo largo de aquella cena histórica, Reagan y Gorbachov aproximaron posturas. Nancy recoge la trastienda humana, la chispa, del acontecimiento histórico. «En un momento de la cena -cita El País las Memorias de Nancy -Gorbachov se volvió hacia mí y dijo. "Sabe ustesd, entre su marido y yo hay cierta ..." se detuvo obviamente para buscar la palabra adecuada. 

"Permítame ayudarle" le dije, "química". "Sí química"". "Ya lo sé. Soy muy consciente de ello, y mi marido también" "Es algo muy extraño" dijo Gorbachov. "Eso también lo sé", contesté. Entonces hizo una afirmación admirable.

"Conozco bastante bien su Constitución, pero desearía que su marido pudiera seguir en el cargo otros cuatro años más», Nancy le dió un toque personal a la Calsa Blanca. «Adquirí una nueva vajilla (..) porque ¡nadie había encargado una vajilla completa desde Truman!». Otro tema que dió mucho que hablar fue el de la ropa de la primera dama. «Procedo del mundo del cine -explica Nancy- en el que, al menos en mi época, no podías presentarte en público sin ir bien vestida». Su error fue no aclarar que pedía ropa prestada a los grandes modistos. «Cómo necesitaba más ropa, en las ocasiones especiales pedía prestado a alguno de mis modistas preferidos algún traje. Y ahí cometí un grave error, al no aclarar desde el principio, que iba a hacerlo así y que después de utilizar esos modelos los devolvería». 

No faltan en las memorias de Naney líneas de sombra, como por ejemplo el atentado que sufrió su marido en 1981. «"Nada puede ocurrirle a mi Ronnie, mi vida estaría acabada" escribí la noche del atentado en mi diario. Mi principal lucha durante los días críticos fue hacer que comiera. Cuando ya convalecía conseguí que mirara las noticias por la televisión, para hacerle ingerir algo de comida. Al menos lo intentó».

Cayó en la cuenta, de todo lo que había sucedido mucho después, cuando el presidente regresó a casa. «Entonces empecé a reflexionar y a darme cuenta de lo poco que había faltado para que lo perdiera. No pude evitar pensar en el hecho de que John Hickley (el que disparó) estaba obsesionado por la película "Taxi driver", que trata de un hombre perturbado mentalmente que va detrás de un político».

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