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Al final dimos con Luis Morcillo

Hasta llegar a este punto de la investigación del «caso Brouard», la Prensa ha jugado, una vez más, un papel clave. El 18 de junio de 1987, los periodistas Melchor Miralles y José Macca informaban del contenido de unas comprometedoras agendas de un industrial vasco, José Ramón Gómez Gracia, vinculado a los servicios de la Guardia Civil. Además, adelantaban el nombre de Rafael López Ocaña como uno de los dos presuntos autores materiales del crimen, que había sido reconocido mediante fotografías por Begoña Martínez, enfermera de Brouard y único testigo presencial del asesinato. La siguiente aportación de Miralles y Macca fueron las conexiones con el caso del único procesado, Juan José Rodríguez Díaz.

Las conexiones de miembros de la Guardia Civil con el crímen, puestas de manifiesto ahora por Cerdan y Rubio, se apuntaron desde el principio. El sargento Manuel Pastrana, relacionado con otros asuntos de «guerra sucia», declaró ante el juez instructor en enero de 1988. El 5 de mayo de 1988, Melchor Miralles y Ricardo Arques revelaban que Rafael López Ocaña, buscado por el juzgado instructor, aparecía también reclamado por un juez de Bayona como miembro del GAL. La pista fue una moto Ducati propiedad de Rafael López Ocaña, empleada para cometer un atentado en Bayona.

El 4 de julio de 1988, el periodista Carlos Bello entrevistaba en la revista «Tiempo» al mercenario Fernández Aceña, quien revelaba por vez primera el nombre de Luis Morcillo como uno de los autores del címen. En ese momento el juzgado comenzó a buscarle, tras reconocerle la enfermera. El 9 de enero de 1999, la juez Manuela Fernández pedía la captura de Luis Morcillo. Los días 23 y 30 de octubre, Juan Enrique Gómez informaba en la revista «Tribuna» sobre las actividades de Morcillo como estafador y traficante de coca.

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