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Lucille Ball tenía una vecina

Nacida en Nueva York en 1919, la primera inquietud de Doris Singleton fue la danza. Integrante del American Ballet Theatre mediados los años 30, al finalizar aquella década se dio a conocer como cantante en la orquesta de Art Jarrett. Su voz no tardó en sobresalir y llegó a ser una de las más escuchadas en la radio durante la guerra. Desde las canciones de entonces hasta los anuncios de jabones, todo cobraba un encanto especial en boca de Doris.

Fue durante una emisión radiofónica fechada en 1948 cuando conoció a Lucille Ball. My Favorite Husband, el espacio en cuestión, fue el origen de Te quiero Lucy.

Aunque la amistad surgida entre ambas fue inmediata debió de contar más la experiencia de Doris en la radio en directo a la hora de confiarle el personaje de Carolyn Appleby. No en vano la CBS concibió Te quiero, Lucy para ser emitida simultáneamente a su rodaje con cuatro cámaras cinematográficas y el público en el plató. Es decir, algo muy parecido a los programas radiofónicos en los que Doris Singleton se había curtido profesionalmente. La cosa funcionó tan bien que fue la serie más vista de la televisión estadounidense durante las dos primeras de las seis temporadas que permaneció en antena. Se llegaron a rodar un total de 180 episodios que desde entonces se reponen con regularidad. En lo que a España se refiere, Te quiero, Lucy también fue uno de los primeros grandes éxitos de la incipiente televisión.

Ya conocida por los televidentes, las audiencias volvieron a dar cuenta de la simpatía de Doris Singleton -a la que siempre situaron en la estela de Doris Day- en distintas entregas de Alfred Hitchcock presenta, Perry Mason o El show de Dyck Van Dyke. Antes de retirarse en 1985, tuvo tiempo de participar en uno de los primeros episodios de Dinastía.

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