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El libre comercio con Japón un enemigo para Europa

La Comisión Europea (CE) solicitó el pasado miércoles a los estados miembros de la Unión Europea (UE) el permiso para entablar negociaciones con Japón con vistas a pactar un tratado de libre comercio.
Hace un año, la CE se negó a sentarse a la mesa alegando la existencia de barreras no arancelarias para diversos productos -en especial, los automóviles- y la discriminación de los mismos en las subastas para el suministro a organismos estatales y paraestatales.

Sin embargo, un año después, para el comisario europeo de Comercio, Karel De Gutch, se dan las condiciones necesarias para poder iniciarlas a partir del momento en que los Estados Miembros den la luz verde a las conversaciones, allá por octubre o noviembre.
El argumento de De Gutch para mostrarse proclive a iniciar las conversaciones -que podrían durar unos tres años- es que Japón parece dispuesta a establecer equivalencias entre sus reglamentaciones técnicas y las europeas. Además, la UE ha puesto la condición de reservarse la posibilidad de suspender el diálogo si, al cabo de un año, no se han producido avances en la búsqueda de esas equivalencias reglamentarias. Además, valora positivamente que Japón vuelve a tener una estabilidad parlamentaria que permite que el tratado sea equilibrado.

Por parte japonesa, se señala que han hecho el máximo que podían hacer en este tiempo para atender las demandas de la UE, pero que no pueden ir más lejos porque hay normas respaldadas por leyes que tienen que ser modificadas en el Parlamento, y eso lleva su tiempo.

Son conscientes de que uno de los puntos de fricción en este asunto va a ser la industria del automóvil y defienden que la situación actual no es tan desequilibrada como desde la asociación de fabricantes europeos (ACEA) se asegura.

Por un lado, señalan que no existe ningún arancel que penalice a los coches exportados desde Europa mientras que los que llegan de Japón deben pagar el 10%. Por otro lado, aunque asumen que sus marcas controlan el 11,5% del mercado europeo, señalan que el 7,6% son coches producidos en alguna de las 13 factorías distribuidas en ocho países de la UE. Por tanto, sólo el 3,9% , que suponen un total de 507.371 vehículos, son importados de Japón.

En el otro plato de la balanza está el 5,5% del mercado japonés que acaparan los 193.981 coches europeos que allí se exportan.

Aunque las unidades que se envían desde el país del Extremo Oriente son más del doble de las que hacen el camino contrario, los negociadores nipones señalan que el impacto sobre su mercado es superior.
La propuesta de la CE ha producido rechazo, no sólo por parte de los fabricantes de automóviles, sino también por los Gobiernos de algunos países miembros, como Alemania. Consideran inadmisible que sigan existiendo barreras no arancelarias bajo la forma de toda una serie de normativas que, en el caso del automóvil, deben cumplir los diferentes modelos para poder ser vendidos en Japón.

El sector teme volver a ser utilizado como moneda de cambio en favor de otros que, como el textil, el químico o el agroalimentario han declarado su interés por un rápido acuerdo. Algo que ya ocurrió en el tratado con Corea.
Además, en la CE hay quien asegura que el acuerdo con Japón generaría como poco un 0,8% de crecimiento en el producto interior bruto de la UE y cerca de 500.000 puestos de trabajo.

Desde los fabricantes europeos -entre los que el presidente de Ford, Stephen Odell, lleva la voz cantante- se advierte que si el sector del automóvil se ve perjudicado, peligrarán 12 millones de empleos.

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