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Spiderman vuelve y se encuentra sin torres gemelas

-¿Usted recuerda quién fue el director de Howard, un nuevo héroe?

El que pregunta es el entrevistado, Avi Arad. Y el que responde, el entrevistador, no puede por menos que recordar con dolor que fue el mismísimo padre de La guerra de las galaxias, George Lucas, el reponsable de uno de los mayores bodrios que vio el cine en los años los 80. Se trataba del primer intento, fallido como pocos, de llevar a la pantalla un superhéroe de la casa Marvel. 

De entonces a ahora han pasado 26 años y, probablemente, muchos más superhéroes de los que nadie en aquel lejano 1986 podía imaginar. «Es extraño», continúa Arad, «pero todo lo que hemos visto estos últimos años, fue el resultado de un accidente». En efecto, cuando David S. Goyer escribió una década más tarde la historia para la pantalla de un personaje secundario, ni siquiera tenía cómic propio, era imposible pronosticar que Blade, así se llamaba, tendría el más mínimo éxito. Y lo tuvo. Y tanto. 
«En ese momento, nos dimos cuenta, los estudios y nosotros, cuál debía ser el camino», concluye el entrevistado-entrevistador. Luego vino The X-men, la madre fundacional del género, y luego todo lo demás. Y hasta hoy. Avi Arad, para situarnos, es el productor de The amazing Spider-Man, que se estrena el próximo 6 de julio, y lleva vinculado a cuanta película de Marvel (o casi) ha aparecido en pantalla desde precisamente Blade. Ayer, se presentó en Madrid, con la firme intención de defender, cuidar y dar mimos a su nueva criatura. 

Básicamente, la película regresa exactamente al sitio exacto en el que nació el mito. Al lugar en el que Peter Parker fue picado por una araña radioactiva, o algo peor. La pregunta ahora cae a plomo: ¿por qué volver al personaje del Hombre Araña?

Conviene recordar que el mas célebre y popular de los superhéroes, creación de Stan Lee, ya dispone de sus tres películas de vellón firmadas por Sam Raimi y protagonizadas por Tobey Maguire. Y la más antigua de ellas apenas ha cumplido 10 años. Y siempre con el mismo y omnipresente productor. Y llegados a este punto -el más delicado-, todos corren a dar su explicación. Junto a Arad, el también productor Matt Tolmach, mantiene que, de entonces a ahora, el mundo ha cambiado: «Hay personajes universales de la literatura que necesitan ser recontados una y otra vez. Son iconos más grandes que cualquier periodo de tiempo, porque son metáforas de nosotros mismos. Hablan de la vida, hablan de nosotros». 

No lejos, el director Marc Webb sostiene que la idea es narrar la historia no tanto de Spiderman, como la del adolescente inseguro, real y febril que se esconde detrás de la máscara: «La película no es otra cosa que otra forma de contar lo incómodo que siempre ha resultado el primer beso. Pero más espectacular». Arad, nacido en Israel y mucho más ambicioso, prefiere utilizar la geopolítica: «Tras el 11 de septiembre todo cambió. Incluso la necesidad de héroes. Basta ver la cantidad de gente que se sacrificó a cambio de nada cuando cayeron las Torres. El mundo está necesitado de gente como Parker, con o sin poderes... El mensaje de la película es la frase final que el policía, herido de muerte, le dice a Spiderman: 'Estaba equivocacdo, esta ciudad te necesita'. No reclama gente con uniforme, sino gente común... Podemos influir en todo lo que nos rodea. Éste es el nuevo mundo en el que aterriza el nuevo Spiderman». Queda claro. 

Sea como sea, lo que vuelve a quedar a salvo es precisamente lo que hizo grande a Spiderman. Que no es otra cosa que su brillante pequeñez. Cuentan que en 1961, ante el acoso de los competidores de DC Comics, Stan Lee recibió el encargo de renovar la producción de la casa. En asociación con el genio de Jack Kirby creó Los Cuatro Fantásticos y en los tres años posteriores verían la luz La Patrulla X, Hulk, Thor, Los Vengadores, Iron Man y, por encima de todos, Spiderman. La historia es conocida. De repente, los superhéroes descubrieron su humanidad. Que es como la gente educada llama a la maldad, a la posibilidad de equivocarse. 

Peter Parker sufre más por una cita con su chica que por el acoso de todos los duendes verdes de los que fue capaz el talento de Lee y Ditko, otro de los grandes dibujantes de la compañía. «No hay nadie que no pase una mala época. Cuando nos encontrábamos escribiendo todos esos cómics, Kennedy parecía tener una vida perfecta... hasta que alguien le voló la cabeza. Todos tenemos problemas y todos tenemos sufrimientos secretos», declaraba en su momento el propio Lee. «Cuando empezamos a discutir sobre el guión, la idea siempre fue rescatar esa otra historia de la que no se ocupó Raimi y que está en los libros. Me refiero al sufrimiento de Parker por la pérdida de sus padres, a su primer amor (Gwen Stacy)... A todo aquello que le hace próximo a nosotros: su esencia. La adopción, el divorcio, el acoso en los colegios no son temas de superhéroes, son asuntos que pasan todos lo días», puntualiza Tolmach. 

Webb recuerda que ahí precisamente radica la fuerza y universalidad del más humano de todos los superhombres. «Además es de los pocos que van completamente cubiertos. Lo que hace que cualquiera, chino, hispano, negro... se pueda identificar con él», añade. Garfield, el protagonista de todo esto, recuerda que se vistió de Spiderman por primera vez con tres años («Mi hermano lo hizo de Superman»), y Rhys Ifans, el villano en la piel de El Lagarto, trae a la memoria que se colocó una máscara que recortó de un tebeo con siete. El primero es de Los Ángeles, el segundo de Gales. El mundo en el mismo reparto. 

«En cualquier caso», toma la palabra de nuevo Arad, «si algo define a este Spiderman es su relación con el villano. No intenta destruirlo sino sacarlo de su error. Que es mucho más complicado. Es más, al héroe o al villano apenas les separa una línea muy delgada. Son las circunstancias las que hacen que cada uno tome un camino». Y llegado a este punto, el productor que hizo de Blade un éxito por error, el mismo que nos hizo olvidar que un día turbio existió Howard, recuerda su origen. «Nací en Israel», dice. Y que cada uno abra el periódico por la página que quiera y saque sus propias consecuencias. «Spiderman es una historia demasiado universal y atemporal para no ser contada de nuevo una y otra vez», concluye. Y así, hasta que la taquilla, una y otra vez, reviente. 

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