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La bruja de las bellas artes

Lo malo de organizarlo todo para el entierro es que la difunta aún no está preparada. Y entonces va, se levanta, saca disco y además da un concierto. Y los mariachis tienen que guardar sus instrumentos y el público los pañuelos, porque todavía no es momento para lágrimas. Y, si las hay, no son para otro muerto, Federico García Lorca, a quien ha dedicado su último disco. 

Porque la Vargas volvió a hacerlo. El pasado domingo, el Teatro Bellas Artes de México D. F. se llenó y se entregó emocionado al último concierto de la cantante. 
Aún no había abierto la boca cuando apareció enfundada en su poncho blanco y el público, puesto en pie, le dedicó cinco minutos de aplausos. Empezó tímida, como si nunca hubiera subido a un escenario, pero poco a poco su voz, cincelada por el tequila y la nicotina, se elevó, dejó la silla de ruedas y lo fue llenando todo, acompañada de Martirio, Eugenia León y Laura García Lorca, sobrina del poeta. 

Durante la presentación se escucharon algunos de los poemas grabados en el disco (El cielo tiene jardines, Canción del jinete) y terminó con La llorona y Luz de luna, que hicieron enmudecer a un público que parecía una familia entorno a la gran chamana de «ochenta mil años. ¿Qué hicieron con tu muerte?», dice el poema que, con música de Piensa en mí, recuerda el fusilamiento de Lorca, con quien Chavela admite hablar muchas noches. Un texto que forma parte del libro-poemario La luna grande, con el que rinde tributo a «un elegido de los dioses». 

«Adelante, Federico que voy detrás de ti con mis pies cansados de amar», le dijo esta leyenda de la música al gran poeta granadino, 45.000 litros de tequila después.

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