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Viviendo con radiactividad

Unas 150.000 personas han dejado el área de Fukushima tras el desastre nuclear, pero otras muchas siguen viviendo en zonas contaminadas. El Gobierno ha dividido el territorio en zonas de mayor o menor exclusión, según la radiactividad, aunque los niveles de riesgo cambian en pocos metros, ya que la contaminación se dispersó aleatoriametne por la lluvia y el viento en lo que el fotógrafo Robert Knoth describe como «una tierra de sombras». 

«Hemos visto pérdida de cultura y tradición, de comunidad, de forma de vida, de salud e incluso vida», cuenta tras recorrer la región japonesa junto a la documentalista Antoinette de Jong. «Pueblos habitados durante 2.000 años están ahora vacíos.

Con tiempo, cuidado y cariño, las gentes del lugar han adecuado el paisaje hasta estar en casi perfecta armonía con él. Se puede observar su respeto por la naturaleza en la forma en la que construyen sus casas, trabajan sus huertos y mantienen el ganado. Pero en pocos meses, todo esto, que estaba fuertemente enraizado y había sido preservado durante siglos, ha empezado a desmoronarse». 

El resultado de su trabajo ofrece una radiografía humana del desastre, recogida en la exposición Shadowlands, impulsada por Greenpeace. Imágenes y testimonios que muestran cómo ha cambiado la vida de centenares de miles de japoneses. «El desastre nuclear está teniendo un impacto dramático en los habitantes de una gran área», advierten los autores.

«La naturaleza se está adueñando de los lugares. Los monos buscan comida en los límites de los pueblos, los osos vagan por los cultivos, las grúas se yerguen sobre el imponente escenario, las hierbas se apoderan de los huertos. Caminando por estos pueblos, uno tiene un sentimiento de pérdida terrible».

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