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Las pesadillas de María

Se pusieron en marcha todos los mecanismos, y todos fallaron. María del Carmen S.C., la reclusa acusada de haber asesinado a sus dos hijos y que el pasado domingo se ahorcó en su celda, lo hizo a escasos dos meses de que se celebrase el juicio contra ella y sometida a un Plan de Prevención de Suicidio (PPS) en prisión que se ha revelado ineficaz. Vivió dos pesadillas, la de saberse asesina de sus hijos y el rechazo de sus compañeras de cárcel. Las presas no querían estar con ella y además, su estado anímico había empeorado ante la cercanía del juicio, que se iba a celebrar en mayo. Empezaba a ser consciente de que había muy pocas, o nulas posibilidades de salir de prisión. A pesar de la vigilancia, su celda estaba llena de cordones. Le bastó uno.

Tanto la Fiscalía como la acusación particular, que ejercía su ex marido, coincidían en que María del Carmen S.C. había asesinado a sus hijos con alevosía y agravante de parentesco, y pedían 40 años de cárcel.

Según pudo saber, María del Carmen, o María como se hacía llamar, utilizó un cordón para colgarse. Lo obtuvo sin dificultades en un curso de manualidades que seguía en prisión. Pero no es el único cordón que se halló en su celda, «había muchos más», indicaron fuentes del caso. Le sirvió porque era menuda, pesaba poco, y resistió. Lo normal es que los presos en los que existe un riesgo autolítico no tengan acceso a objetos como cordones, cinturones o cuchillas. Pero nadie advirtió que María podía ahorcarse. Aún hay más. En los centros penitenciarios tampoco debería haber elementos desde los que tender una cuerda. María sólo tuvo que enganchar el cordón a una rejilla de ventilación. Y todo ello bajo un PPS.

Fuentes penitenciarias indicaron que hay dos niveles en el PPS. El más alto es que el que suele tener el preso al ingresar en prisión y que consiste, sobre todo, en una vigilancia permanente por parte de otro recluso. Éste es el que tuvo María al principio. Pero una vez que se descartó un peligro inminente de que intentase atentar contra su vida, pasó a un nivel más 'suave' y sólo con acompañamiento nocturno.

Este es el que tuvo María hasta hace 10 días. Las mismas fuentes indicaron que las presas acusadas de homicidio de menores, o como en este caso, de filicidio, están muy mal consideradas en el ambiente carcelario. «Ninguna presa quería estar con ella», aseguraron. De hecho, para el acompañamiento nocturno se llegó a plantear que cada noche ella se desplazase a una celda. Pero, hace un par de semanas, un educador detectó un empeoramiento de su estado anímico, y propuso retomar el nivel más alto del PPS, es decir, era necesario un apoyo permanente por parte de otra reclusa. María se negaba a esta medida. Pidió que se le retirase el PPS, a lo que la Junta de Tratamiento se negó, según confirmaron fuentes de la Subdelegación del Gobierno. El pasado domingo, María aprovechó que estaba sola en la celda, «por un despiste de la presa que la acompañaba», según Instituciones Penitenciarias, y se ahorcó. Cierto es que la mujer estaba sola en la celda, pero también que el módulo de mujeres del Centro Penitenciario de Valladolid, de reducidas dimensiones, acoge tan sólo a una treintena de presas, por lo que su control es sencillo. De hecho, en la actualidad, la única interna con PPS era María. Sin embargo, las dos funcionarias del módulo no fueron conscientes de lo que ocurría.

María había empezado a asumir las consecuencias de sus actos. «Estaba muy mal», apuntaron quienes coincidieron con ella. Hasta hace muy poco, actuaba como si no fuese responsable de la muerte de sus hijos y su letrado había intentado restrasar lo más posible el señalamiento del juicio. Todo ello a pesar de que los forenses que la examinaron determinaron que era imputable. Es decir, sabía lo que hacía cuando mató a los niños y quería hacerlo.

El doble crimen, que se produjo en un piso de la calle Adolfo Miaja, se descubrió el 9 de diciembre de 2010. Los pequeños, de 9 y 11 años fueron sedados por la noche con 'Orfidal' «porque estaban muy nerviosos» y su madre los asfixió. La principal hipótesis fue que actuó por venganza, ya que desde que se había separado no aceptaba el rol paterno de su ex marido y boicoteaba las visitas alegando enfermedades o tareas escolares. «Hay mucha rabia, tenía que soltarla», dijo en una carta a su exmarido tras el crimen.

«Los niños están muertos». 9 de diciembre de 2017. María del Carmen S.C. había sedado y asfixiado a sus dos hijos, Jairo, de 9 años, y María, de 11, 18 horas antes de enviar un sms a su vecino. «Los niños están muertos», escribió. El hombre acudió al piso y descubrió los cadáveres, y prácticamente a escondidas, avisó al servicio de emergencias. «Si llamas al 112 voy a la cárcel», le dijo.

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