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Un Goya no garantiza la financiación

El año pasado los Goya premiaron a Agustí Villaronga, que tuvo que trabajar como pastelero antes de meterse a rodar Pa negre por la imposibilidad de encontrar financiación para sus proyectos. Este año los premios de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España han coronado a Enrique Urbizu por su primera película en ocho años, No habrá paz para los malvados. En ambos casos, dos películas aplaudidas por, como suele decirse, crítica y público. Quizá suceda que en vez de andar a la greña por subvenciones, líos políticos o internet, lo que hay que hacer es localizar a esos hacedores de buenas películas que están sin rodar.

«Ganar el Goya no te garantiza nada. Si te fijas en la historia de los Oscar o de los premios cinematográficos en general, la gente que gana tiene después los mismos problemas para encontrar financiación y ponerse a rodar», dijo Urbizu anteanoche tras recoger el Goya a la mejor película, uno de los seis que obtuvo No habrá paz para los malvados. 

Se hizo justicia, aún a costa del posible cabreo de Pedro Almodóvar (sólo tres Goya de los 16 a los que optaba por La piel que habito) para el autor de títulos tan fundamentales del último cine español como Todo por la pasta y La caja 507. «No es algo que mida en términos de justicia, porque no son salubres. No tuvimos muchas nominaciones con La caja 507 y todavía más doloroso fue lo de La vida mancha. Pero no puedes darle mayor importancia. Hemos llegado aquí sin premios y tenemos que seguir igual con ellos», explicaba ayer Urbizu en su oficina blandiendo su Goya. A lo sumo, espera que «dar el primer paso» para otra película. 

Pero la cosa, aseveró Urbizu, compensa siempre. «Compensa cuando te puedes mirar en el espejo por las mañanas sin que se te caiga la cara al suelo por la película que has hecho. Este es un oficio muy grato, aunque no vaya la gente a ver tu película, como sucedió en La vida mancha». 

Los Goya reconocen también una carrera de fondo en el cine negro, a pesar de algunas salidas en este camino. «Este domingo ganó el Goya el cine policiaco. No es un género muy frecuente en España y espero que ayude a dar confianza a los productores. Porque das una patada y te sale un thriller, pero policiacos hay pocos».

Para Urbizu, se han desaprovechado las posibilidades de una forma de hacer cine idónea para hablar de España. «Ha habido mucha desconfianza en el género e intentos muy miméticos del género negro estadounidense. Y es un género que, como espectador, siempre me ha gustado y que encaja muy bien para contar el mundo. El cine negro tiene que ser contemporáneo, porque habla de cómo funciona todo esto... pero por debajo». 

«Ahora, además, con la crisis se producirán más películas así», prosiguió el cineasta. «Y me gustará mucho verlas, porque pueden combinar lo espectacular con casi lo político, pues es un cine que tiene que tener una postura ante el mundo». 

Urbizu, que ganó el Goya a mejor director y mejor guión original, defiende a capa y espada esta idea de películas conectadas con el mundo. «Este país», recordaba ayer, «ha cambiado mucho. Ya no tenemos que andar buscando argumentos en ningún lado, pues aquí hay una gastronomía impresionante, con chorizos de todos países y delincuencia internacional». 
«La caja 507 era una película española, pero ésta es particularmente madrileña. Yo soy peatón y desde que llegué a esta ciudad, hace casi 20 años, Madrid me ha parecido un espectáculo fascinante. Todo ese ambiente de los bares y los diálogos, que es tan importante en la película, es puro centro de Madrid, está sacado de poner la oreja». 

Un compromiso con la realidad que tampoco tiene por qué significar comprometerse con otro tipo de causas que, según él, no vienen al caso. «La ficción sirve para que nos desenvolvamos mejor y comprendamos el caos que nos rodea. En ese sentido, no me gusta instrumentalizar el cine para historias sociales. La serie B estadounidense de los 50 dice bastante más de cómo era ese país en esos años, de sus miedos y sus comportamientos, que 17 películas pretendidamente políticas», sentenciaba ayer Urbizu entre volutas del humo de un purito. «Además, me gustan que las pelis parezcan pelis y pasármelo bien en el cine. Esto conecta con esta otra preocupación de hacer películas que te convierten un poco en detective. Tenía una ambición de hacer una obra de cacería y de recorrido urbano desde hacía mucho tiempo. En concreto está la novela de Corre, hombre, corre, de Chester Hymes, cuyo arranque ha tenido mucho que ver con lo que se cuenta en No habrá paz...» 

El compromiso le viene a Urbizu con el mundo del cine y con sus compañeros de profesión. Él, que fue quien le dio trabajo a Álex de la Iglesia antes de que éste rodase su primera película -fue en Todo por la pasta e hizo de director artístico, firmando como «Alejandro de la Iglesia»- agradeció especialmente el hecho de que fuese él quien le entregase el premio: «Me encantó. Nos conocemos desde la tierna infancia. Hemos hecho películas juntos, nos hemos corrido alguna juerga... Es un amigo para la eternidad, aunque en muchas ocasiones podamos no estar de acuerdo». 

En este sentido, también ha querido participar en la Academia de Cine, de la que llegó a ser vicepresidente con Ángeles González-Sinde. Y se atreve a radiografiar el sector: «Ahora estamos en una situación de in-pass, a la espera de cuáles van a ser las reglas del juego, de qué va a pasar con las ayudas a la amortización y de cómo se va a entender el sector con el nuevo Gobierno. Superada la incertidumbre coyuntural se volverá a poner en marcha la industria». 

«Está por ver», siguió Urbizu, «si la nueva idea del mecenazgo es operativa o no, porque no hay tradición de mecenazgo en este país. Si las ventajas fiscales son rotundas, puede que se animen algunos grupos de inversión. Pero el mejor sistema de ayudas, el más cabal y el que mejor funciona es el francés».

Y ahí está otro de los asuntos que más anima a Urbizu en sus conversaciones, por mucho que haya estado de celebración hasta las ocho de la mañana: «De unos años a esta parte se ha dado una pátina de demagogia en la política de las subvenciones, cuando resulta que en el audiovisual tenemos algo que decir y todo el mundo lo sabe. Creo que este asunto debería ser un pacto de estado intocable, porque se nos conoce más por las películas que por muchas campañas que se hagan de la marca España». 

Igual de combativo se mostró con el tema de la piratería y su implantación en la sociedad española: «Desandar el camino andado, con esa sensación de impunidad que da la descarga en internet, es algo difícil de revertir. La libertad de expresión no tiene que ver con el debate de las descargas. La libertad de expresión es sagrada. ¡Joder, nos lo van a contar a los que hacemos películas!».

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