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Oscar que huele a añejo

Naftalina. Más que un olor es una sentimiento. Donde se cruzan Hollywood Boulevard con Highland Avenue, un Oscar gigante y veinte carteles luminosos anunciando que la calle está cortada, da la bienvenida al mayor espectáculo del mundo. Por lo menos, la noche del próximo domingo 26. La edición número 84 de los Oscar exuda glamour y algo más, algo más parecido al alcanfor. Todo parece y quiere ser viejo. 

El presentador. Tras el intento heterodoxo y fallido de Eddie Murphy, la opción más segura vuelve a ser Billy Crystal. Sin duda, por aquello de que lo mejor es enemigo de lo bueno. Definitivamente, la Academia parece haber tirado la toalla en su desesperada intención de acercar la gala a otro público, más joven, menos estirado, más tuitero. Por ahí pasaron desde Jon Stewart a Chris Rock, sin olvidar el glorioso fracaso de la pareja formada por Anne Hathaway y James Franco el año pasado. Pues bien, todo vuelve a quedar en manos de un hombre efectivo, rápido y, sobre todo, tan clásico y reconocible en la marca Oscar como Bob Hope. Por lo menos eso dicen los que aún se acuerdan de él, de aquellos tiempos liberados de la obsesión de tuitear casa segundo de estupidez, propia o ajena. 

Ruina en taquilla. Los 80 fueron la primera década en la que ninguna película con éxito en taquilla consiguió alzarse con el Oscar a mejor realización del año. No fue sólo que se inventara el término blockbuster como sinónimo de cine taquillero para mentes sin precio, también se forjó otro concepto no menos pernicioso: cine de prestigio. Este año, la distancia entre uno y otro ha adquirido valores casi traumáticos. Pese a que la recaudación total (a brazo partido contra internet y sus piratas) ha crecido en Estados Unidos hasta situarse un 18% por encima del año pasado, las películas nominadas, ni se han enterado. Los descendientes, con George Clooney a la cabeza, apenas ha conseguido un modesto 11º puesto con 3,5 millones de dólares recaudados el fin de semana. Medio millón más que la gran favorita The Artist, que acumula una cifra total de 28 millones. De otro modo, algo menos que El invitado, un thriller pedestre y recién estrenado con Denzel Washington muy serio. 

Ruina en taquilla 2. Pese a la insistencia con la que se señala a los 90 como la década de los independientes (fue en 1994 cuando Pulp fiction se llevó el premio al mejor guión), poca constancia de ello quedó en las sucesivas ediciones de los Oscar. Y hasta ahora. Desde que ganara Bailando con lobos en 1990 hasta el triunfo de American beauty en 1999, siete de las diez películas triunfadoras fueron auspiciadas por los grandes estudios y casi todas figuraron en el top 20 de las más vistas. En lo que llevamos de los 2000, un tercio de las ganadoras ha abandonado los puestos de honor del público. La taquilla, para entendernos es cosa de franquicias, secuelas y otras hierbas. Las nominaciones, de Wenstein, nunca falla. 

Nostalgia. Se ha dicho por activa, por pasiva y por reflexiva: estamos ante los Oscar de la melancolía. Las dos cintas más nominadas, La invención de Hugo y The artist hablan de cuando el cine era otra cosa. Midnight in Paris, de Woody Allen, de cuando lo que era otra cosa era la misma vida allá en los años 20. Y Criadas y señoras, de Tate Taylor, es una pieza de época con más cartón que alma. La única película que rompe la tendencia, Tan fuerte tan cerca, de Stephen Daldry, sobre el 11-S, en realidad es una mirada al acontecimiento más determinante de nuestros días desde la más fría de las asepsias intemporales, despolitizada y fallida. Nostalgica quizá. 

Pero, ¿Quién vota? Quizá uno de los misterios que más tinta hace derrochar año tras año es la identidad de los votantes que, año tras año, nos dicen las películas que hay que ver. Pues bien, harto de adivinanzas, Los Angeles Times ha llevado a cabo un estudio con unos resultados tan predecibles como terroríficos. El 94% de los que vontan son blancos y el 77% hombres. Sólo un ridículo 2% son negros y latinos aún menos. La edad media rondaría los 62 años y sólo el 14% baja de los 50. Es decir, ahora se explican muchas cosas. Para su consideración. 

Nostalgia 2. ¿Y a qué es debido tanto mirar atrás? Que responda Michel Hazanavicius, director de la película muda The artist: «Estamos en un momento crucial de la historia del cine en todas las facetas. Me refiero tanto al aspecto técnico, nunca se han podido hacer tantas cosas con las cámaras digitales; como al financiero, nunca antes ha sido tan difícil financiar una película; como al de la distribución y el consumo, con internet ya se puede ver cine en el ordenador, en la tele, en el móvil, en cualquier sitio. Está cambiando todo. Nunca ha sido tan fácil hacer cine y a la vez tan difícil. Quizá sea el momento de mirar atrás y recordar quiénes somos, de dónde venimos».

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