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Una dama de hierro con vida aceitosa.

El universo de cosas conocidas sobre su persona es casi infinito. Se sabe que una vez se dejó un Oscar en un cuarto de baño durante una fiesta, y que aprendió a tocar el violín en sólo ocho semanas, a base de practicar durante seis horas diarias para un papel. También es de dominio público que es la actriz con el récord de nominaciones a un Oscar con 16 y que Bette Davis le mandó una carta para contarle que intuía que ella iba a ser su sucesora como la intérprete más importante de su tiempo. Pero de su vida personal, poco o nada. Siempre la ha guardado con celo.

Su estrategia siempre ha consistido en hablar de su trabajo y ceñirse a eso en las entrevistas, quizá porque en su vida apenas hay escándalos amorosos, ni matrimonios diversos con sus respectivos divorcios, o los problemas de infidelidad casi inherentes a una estrella de Hollywood.

Con eso, Meryl Streep (62) nunca ha dado juego. Lleva casada desde 1978 con el amor de su vida, el escultor Don Gummer, el padre de sus cuatro hijos, un matrimonio convencional, salvando la fama planetaria de ella.

Muy distinta hubiera sido su trayectoria sentimental de haberse casado con un colega, el actor neoyorquino John Cazale, pero un cáncer terminó con la historia amorosa más intensa de la actriz de Nueva Jersey. Streep conoció a Cazale durante una obra de teatro de Shakespeare en el Central Park de Nueva York, Medida por Medida, y conectaron de forma inmediata.

«Había un aura muy poderosa entre los dos», rememora Al Pacino, amigo y compañero de reparto de Cazale en la saga de El Padrino, de Francis Ford Coppola. «Ella estaba perdidamente enamorada de John y él la correspondía. Creo que se encontraron el uno al otro».

Pacino, de 71 años, recuerda con claridad los primeros pasos de aquel amor. «Un día, durante un almuerzo en Manhattan, va y me suelta algo así: 'He conocido a la mejor actriz en la historia de la humanidad. Está conmigo en un papel de teatro'. Pensé que estaba exagerando porque estaba enamorado, pero tenía razón, era Meryl Streep».

Ese amor arrastró a Streep a los momentos más tristes de su vida, obligada a dejarlo todo por estar con su prometido hasta sus últimos días en un hospital de Nueva York. De hecho, aceptó el papel de Linda en El cazador para poder estar con su futuro marido, muy enfermo ya de un cáncer de pulmón que acabó con su vida a los 42 años de edad.

«Después de la muerte de John aprendí lo que realmente es importante y lo que no. Entendí lo que es cierto y lo que es estúpido, carente de sentido y que no merece la pena perseguir», dijo ella en una ocasión.

Tras ello, no quiso jamás reabrir la herida y hasta se cerró en banda a conceder una entrevista en el documental en recuerdo de Cazale, I Knew It Was You, presentado en el festival de Sundance en 2009. Cuenta Richard Sheperd, el director de la cinta, que sabía que no habría documental si no contaba con Streep, así que insistió hasta la saciedad. Ella se negó durante años hasta que Stephen Cazale, el hermano del actor, se encontró con ella en una galería de arte de Nueva York.

«SIN ÉL ESTARÍA MUERTA»

«Nunca he conocido a una persona como John, nadie con su humanidad, su curiosidad y su compasión por los demás», recordó Streep en el documental, después de ceder a la presión de hablar de su otro gran amor. «Se tomaba su tiempo con las cosas y eso volvía loco a la gente», dice sonriente. Además estaba su sentido del humor. «Incluso en los personajes más trágicos siempre había algo divertido que él añadía, con esa cara tan particular», cuenta con un gran nivel de concentración y con los ojos vidriosos, justo antes de hablar de los compases finales de la relación, cuando el cáncer acabó con las ilusiones de la pareja. «Sabíamos que el diagnóstico era terrible, pero John era fuerte y teníamos la esperanza de que se salvara».

Pese a la dureza de las circunstancias, Streep contrajo matrimonio con Don Gummer seis meses más tarde, en septiembre de 1978. A Gummer, un reputado escultor, lo conoció a través de su hermano y casi por accidente encontró un remedio al vacío que le había dejado la vida. Streep aceptó la oferta de compartir apartamento en Nueva York con Gummer de forma temporal, y seis meses más tarde estaban casados, sin que surgieran los dedos acusadores contra su presunta frialdad por haber rehecho su vida de una forma tan veloz.

Ahora, 33 años más tarde, dice que no sería nadie sentimentalmente si no fuera por su marido. «Probablemente estaría muerta» sin una relación basada en el equilibrio y en escuchar. «Eso lo es todo y es donde aprendes todo lo que sabes, pero no solo con mi marido, sino con tus padres y con tus amigos».

Streep, que está en puertas de recibir otra avalancha de alabanzas por su trabajo como la ex primera ministra británica Margaret Thatcher en The Iron Lady, que se estrena en España el cinco de enero, dice que ha conseguido mantener la relación y el proceso creativo en un perfecto equilibrio, quizá porque su marido es escultor. «Si él hubiera tenido cualquier otra profesión, creo que hubiera sido mucho más difícil traducir esos impulsos creativos y satisfacerlos».

Han sido tres décadas de matrimonio sustentadas, fundamentalmente, en el pilar de sus cuatro hijos, tres mujeres y un varón. Son y siguen siendo el gran objetivo de su vida. Dos de sus hijas han elegido seguir sus pasos. De momento, destaca la carrera de la mayor, Mamie Gummer, de 28 años, que empezó su carrera a los 3 años con un pequeño papel junto a su madre -en Se acabó el pastel-, y que tiene en su portafolio más de una decena de títulos. La pequeña de la casa, Grace, de 20 años, ha empezado a meter la cabeza en la meca del cine con una de teatro, The Sexual Neuroses of Our Parents, y con un pequeño papel en la última de Tom Hanks, Larry Crowne.

No lo tendrán fácil para hacerle sombra a la enorme estatura intelectual de su madre, acostumbrada a pasar veladas entre cajas en un teatro londinense discutiendo las obras de Chejov con la británica Vanessa Redgrave, la actriz con la que debutó en Julia(1971), de Fred Zineman.

Dice, pese a todo, que aún le queda mucho por mejorar. «Dudas de tu talento, sientes que tu capacidad de invención te falla, que eres aburrida, una mierda, y que se van a dar cuenta». Parece que ganar siete Globos de Oro no dan la suficiente confianza. Otros ven más allá de su talento interpretativo: «Recuerdo ver a esa chica pasar por lo que pasó junto a John (Cazale), algo definitivo en su grandeza. Pese a su inmenso talento , cuando pienso en ella, pienso en esos momentos». Palabra de Al Pacino.

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