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Joaquín Cortés condenado a prisión


La modernidad se vincula al comunismo. La crítica del sistema sale de la ideología y del dogmatismo y se convierte en teoría de la liberación. La utopía se convierte en práctica cotidiana y el peso de las tradiciones y de las instituciones se ve aliviado por la imaginación y la voluntad de renovación radical. Se inventan mil nuevas formas de lucha y todas las capas sociales explotadas se ven afectadas por la protesta -en especial los intelectuales, los negros, las mujeres, en definitiva, quienes, hasta entonces, se habían visto excluidos de una concepción beata de la importancia crucial del trabajo manual y del obrero fabril macho.

Los viejos socialistas dogmáticos, las capas dirigentes, y quizá también los aparatos policiales, se mofan, en principio, de este enorme movimiento, tan distinto de los anteriores -un movimiento que se conforma con instrumentos pacíficos, que tiene suficiente con cambiar la vida y desprecia la gran política. Aunque, sin embargo, no ignora la política -y a cuestiones importantísimas como son la paz, la igualdad de los negros y de las mujeres, las libertades de la inteligencia, de la imaginación y de la comunicación, antepone una radical perseverancia, en la lucha, en la resistencia, en el sabotaje y en la ofensiva.

Por eso, los patronos del mundo reirán poco, puesto que la nueva revolución pone en movimiento una enorme máquina de desestructuración de la sociedad clasista y determina un proceso que involucrará a generaciones enteras. Se había determinado una transformación que haría época, en el espíritu y en los cuerpos.

En lo sucesivo, la política -me refiero a la política verdadera, la que nace en la sociedad y transforma la vida- se hará tal y como van a reinventarla los nuevos agitadores americanos de los guetos negros; las vanguardias de las fábricas taylorizadas (que rompen la organización del trabajo y sabotean las instalaciones); los estudiantes de los campus, que empiezan a construir formas alternativas de vida organizada; las mujeres, que reconquistan una radical autonomía de comportamientos y la libertad de su propia existencia al margen de toda moral familiar y patriarcal; los soldados, que rechazan la guerra y el mando jerárquico... 

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