Globos de Oro 2010: Mo’nique con las piernas sin depilar

Con los retornos del arte, no se sabe si bucles o vueltas de tornillo se descubre de repente la obra de los pertinaces. Así, Javier Utray, uno de esos que saben moverse de puntillas, pero a saltos espasmódicos, hasta ahora un artista inédito, pero no un novel, ni un principiante. Muy al contrario: Utray, que expone en la galería Moriarty, llevaba mucho tiempo, más de veinte años, haciendo una obra secreta en la que el lenguaje, la poesía, era y es parte principal. 

Utray empezó en tiempos conceptuales, un tipo de arte que él sabe castizo -«Isidro / el de la casa de Vargas 1 sampatrón del conceptual 1(que las cargas de los Vargas / son una cosa mental)»- y hace riguroso. Era un secreto bien guardado que Javier Utray era un artista conceptual de interés: responsabilidad que habrá que achacarle, un Narciso de precisión, tanto tiempo escondido, agarrado a un clavo ardiendo. En la exposición, la primera individual, de Utray abundan los temas, incluso hasta puede que demasiados: fundas para telas que son nubes, que son calaveras anamórficas; telas que son cruces de ajedrez a base de montones de cruces vacías; telas que son billetes de Roscharch y superposiciones de ángeles simétricos; mesas con instalaciones que son alquimia y viaje, juego y medida... 

Un amplio y escatológico repertorio, justificado por el tiempo poco esperanzado que le ha tocado vivir y mejor que bien comentado en el catálogo a base de impagables ajeiropuñetas.

Siempre me ha parecido triste que el poder, todo poder, haga demagogia a cuenta de la dignidad de los demás, pero mucho más triste me parece que se permita al poder hacer caridad a cuenta de la poesía. A mí me inquieta hasta el escalofrío comprobar cómo, en el maremagnum de noticias que todos los medios de comunicación (algunos de los cuales han jugado al más rancio «ustedes son fomidables»), nadie hable de Gabriel Celaya y todo el mundo se empeñe en hablar de la bondad y generosidad del poder, que siempre tienen solución para todo. Y es, que, a personas como quien esto escribe, que nos hemos dedicado a estudiar a Celaya (y atenderle cuando ha sido menester), desde hace muchos años, lo que realmente nos preocupa es Celaya.